EL RECUADRO

La Manada es de Sevilla

Demasiado bien ha escapado Sevilla en este triste caso; casi nadie ha recordado que esos condenados son de nuestra ciudad

Concentración tras conocerse la sentencia de «la Manada» ABC
Antonio Burgos

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Si me vienen concediendo la merced de leerme cada día (porque «hay gente pá tó») habrán observado quizá que hasta ahora no he comentado absolutamente nada sobre La Manada y la polémica sentencia condenatoria de su incalificable violación en pandilla en los Sanfermines de 2016. ¿Y saben por qué no lo he hecho? Porque el asunto me repugna. Porque esos cinco violadores hideputas (por llamárselo al cervantino modo) no merecen ni que se escriba sobre ellos, y mucho menos que se pongan sus nombres. Y más cuando alguno, encima, ha manchado el honor de la Institución a la que pertenece. El pleno municipal de Sevilla los ha declarado «personas non gratas». Ha aprobado por unanimidad una moción de urgencia promovida por IU, enmendada por el PSOE y votada afirmativamente por todos los grupos. Y eso me ha movido a escribir este artículo. Demasiado bien ha escapado Sevilla en este triste caso; casi nadie ha recordado que esos condenados son de nuestra ciudad, hijos de la LOGSE quizá, de esa generación que no ha sido educada en valores y que no distingue el bien del mal, para la que todo vale, la del mínimo esfuerzo, la de exigir derechos y no cumplir con obligación alguna. En este sunami social que ha levantado la sentencia de la Audiencia de Navarra, menos mal que nadie ha dicho lo que nos temíamos cuando empezó el caso:

—Claro, si son de Sevilla...

Tan contundente como la declaración municipal de «personas non gratas» es el propio rechazo que los cinco andovas han recibido de sus propios vecinos de Su Eminencia. Y como suele ocurrir cuando detienen a un asesino en serie o a un terrorista, algunos vecinos se sorprenden de la fechoría cometida por quien conocen de la misma calle, la misma casa y el mismo portal. Miren qué frase más clásica ha dicho un vecino sobre uno de los condenados: «No le notaba nada cuando me lo encontraba en la portería o el ascensor. Parecía educado. Nos dejaba pasar». Esto es lo que siempre suelen decir los vecinos de los grandes malhechores. Pero lo que me extraña por un lado, y me alegra bastante por el otro, es que nadie haya relacionado el nombre de Sevilla con La Manada. Nos hemos librado. Sevilla no tienen la culpa de que estos monstruos sean de aquí y vivan en un barrio de aquí.

Como me sorprende también la reacción nacional contra la sentencia condenatoria que no los ha considerado violadores, o agresores sexuales, como ahora se dice en este rebuscamiento de lenguaje que nos usamos. Mujeres, como la pobre chica del portal de los Sanfermines, eran las acompañantes de los guardias civiles cercados y agredidos en un bar de Alsasua por la chusma proetarra por el solo hecho de pertenecer a la Benemérita. Y, que yo sepa, no ha habido ni pancartas, ni lemas, ni manifestaciones, ni campañas en las redes sociales a favor de esas mujeres agredidas en Alsasua por acompañar a unos guardias civiles. Esto me demuestra que no desaparecieron con la Constitución de 1978 los poderes fácticos en España. Son otros, pero sigue existiendo. En estas horas estamos asistiendo al enfrentamiento contra el Poder Judicial del Poder Feminista, que existe y es quizá el mayor grupo de presión que existe hoy en España, más que la Banca o las multinacionales.

¿Y lo de legislar en caliente? Es consecuencia de lo que acabo de considerar. Cuando el asesinato del pobre pececito Gabriel o de Marta del Castillo, ante la ira por el crimen y la injusticia, todo el mundo decía que, tranquilos, que no se puede «legislar en caliente». ¿Que no se puede? Pues ahí tienen ahora a todo el espectro político, con el PP gobernante a la cabeza, tratando de revisar cuanto antes la tipificación de la violación en el Código Penal. Y no lo dicen en tertulias o en comentarios de periódicos, sino que ya han llamado a los expertos de la Comisión de Codificación para hacer y aprobar en el Congreso los cambios necesarios en el Código Penal. Cambios que soy el primero en suscribir, que conste, pero es triste recordar que nadie habló de endurecer la legislación penal cuando el asesinato del niño Gabriel Cruz o de Marta del Castillo.

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