Una macarrada tuitera

La Policía no puede utilizar Twitter como el desaguadero de pensamientos reflejos, mucho menos como palestra de exhibiciones macarras

Juan Manuel de Prada

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En diversas ocasiones hemos señalado que la tecnología no es un instrumento neutro. Su misión no es otra -según nos enseñase Marcuse- que «determinar la vida» de la gente, casi siempre supliendo o abreviando nuestras decisiones, hasta tornarlas por completo inconscientes o impremeditadas. Este efecto de la tecnología se prueba muy especialmente en el auge de las redes sociales, que se han convertido en el desaguadero de nuestros pensamientos reflejos, como si lo que escribimos en Twitter o Facebook ya no pasara por nuestro cerebro. A nadie se le escapa que las redes sociales están alterando el comportamiento humano, haciéndolo cada vez más impulsivo y exhibicionista; y, al abreviar nuestras decisiones morales, las torna casi siempre erróneas, cuando no monstruosamente bravuconas. Si a esta «nerviosidad» irreflexiva sumamos el afán inmoderado por agradar a nuestros «seguidores» y obtener un atronador aplauso que se traduzca en «me gustas» y retuiteos, convendremos que los efectos del uso de las redes sociales sobre la conciencia son estragadores.

Engullida por las redes sociales, la conciencia humana corre el riesgo de convertirse en un temible «instinto del alma» que nos empuja a obtener una inmediata recompensa (un halago o aplauso, por ejemplo), a veces lograda a costa de escarnecer o demonizar a quienes la tribu desea ver escarnecidos o demonizados. Estas conductas, que en personas particulares (sobre todo cuando tienen predicamento o capacidad de prescripción) resultan detestables, se tornan odiosas cuando las perpetran personas o instituciones públicas, a quienes obliga una mayor responsabilidad. Acaba de ocurrir con un tuit lanzado por la Policía Nacional, desde su cuenta de Twitter , donde con un lenguaje bastante macarra se acusaba a uno de los miembros de la jarca infame conocida como La Manada de haber sido «pillado» [sic] cuando pretendía obtener un pasaporte, quebrantando las medidas cautelares que le habían impuesto; y se acompañaba el tuit de una etiqueta de tono admonitorio o chulesco (#AsíNo) y de una imagen jocosa de un superhéroe enmascarado que mueve su dedo índice en señal de censura o reconvención.

Resulta por completo irresponsable que la Policía Nacional utilice una cuenta oficial para lanzar mensajes así. No parece que un lenguaje tan informal y chulesco sea el más adecuado para referirse a un caso sub iudice que ha provocado enorme consternación en la sociedad española y ha servido de excusa a los pescadores en río revuelto para desprestigiar la labor de los jueces; tampoco parece que un tuit sea el medio idóneo para lanzar una acusación gravísima de la que pende la libertad de una persona. Ignoramos si en verdad el miembro de esa jarca infame intentó obtener un pasaporte en una comisaría. Si lo intentó, desde luego, debe ser hombre de muy pocas luces (aunque no de tan pocas como su abogado); pero más probable se nos antoja que su torpeza diese lugar a un malentendido.

Salta a la vista que la Policía Nacional no pude publicar tuits de ese jaez desde una cuenta oficial. Su redactor actúo de forma por completo irreflexiva, ansioso de obtener repercusión y provocar alboroto; empleó una retórica por completo inadecuada; y, tal vez sin pretenderlo (pues pretenderlo denotaría gran miseria moral), sembró la alarma social, azuzó el amarillismo siempre ávido de los medios de adoctrinamiento de masas y causó grave daño a quien en este caso tal vez sólo actuó atolondradamente. La Policía Nacional no puede utilizar Twitter como el desaguadero de pensamientos reflejos, mucho menos como palestra de exhibiciones macarras.

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