Ídolos

Me duele que los niños que sueñan con triunfar tropiecen con la realidad de ídolos que defraudan a Hacienda

Lionel Messi es un ídolo para los jóvenes futbolistas AFP
Antonio García Barbeito

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En los viejos recreos de tu escuela, finales de los cincuenta, los chiquillos jugabais al fútbol con un irrefrenable deseo de ser uno de los muchachos del pueblo que, de tarde en tarde, salían a la cancha local, uniformados, para enfrentarse a un equipo forastero. El primer álbum de fútbol de tu memoria tiene imágenes y nombres de la tribu, con la salvedad de algún jugador de un pueblo vecino que se sumara a la alineación habitual. Deseabais ser uno de aquellos jugadores porque las muchachas se fijaban en ellos, los hombres comentaban sus hazañas —o sus fallos, que de todo había— en los tajos y en los bares, y, además, eran muy conocidos en el diario de la tribu, y los mirabais como a los ídolos que ya eran para vosotros y para la mayoría: «Ese es el portero del pueblo…», «Ese es el que marcó dos goles el domingo…»

Unos años más tarde, cuando un chaval con flequillo revolucionó el toreo, el fútbol empezó a tener un rival fuerte en cuanto a deseos de los chavales, y unos de salón y otros con el atrevimiento de saltar un cerrado, en la tribu se alternaban las ganas de ser futbolista de un equipo de la ciudad con las de torear aunque fuera en un espacio cerrado con talanqueras. El toreo dejó aficionados que fueron cayendo con el traje corto, antes de llegar a las lentejuelas apagadas de un vestido prestado. El fútbol siguió, y siguió, y fue creciendo con mucha más fuerza que el toreo; creció en partidarios, en practicantes, en cifras económicas y en todo. Hoy, el fútbol es el sueño no sólo de los chavalillos, es el sueño de muchísimos padres que apenas ven que su niño sabe regatear, o le sale un chutazo que se va a la escuadra, o hace un paradón, allá que va ese padre llevando al niño a un equipo, al pueblo o a la capital, creyéndose que tiene en casa un Ronaldito, un Messi chico o un Griezman. Y no será tanto por la ilusión de verlo jugar como por amontonar dinero. Por eso me duele que los ídolos manchen sus peanas, y que los niños que sueñan con triunfar, ser famosos y ganar dinero, tropiecen con la realidad de algunos ídolos —Cristiano, Marcelo, Modric, Messi…— que defraudaron a Hacienda y pueden permitirse aceptar unos meses de cárcel que no cumplirán y pagar multas, en ocasiones, de varios millones de euros. Mal ejemplo. Esos ídolos tendrían que saber que están enseñándoles a los chavales el camino del pecado antes que el de la virtud. Tristes dioses que sólo quisieran reinar en el paraíso, sí, pero fiscal. Tristes hombres que están haciéndoles mucho daño a miles y miles de chavales que a lo mejor el sueño lo tienen en marcar goles, firmar autógrafos y vivir con desahogo.

antoniogbarbeito@gmail.com

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