La calle

La calle es una urna de voces que quiere cambiarlo todo en un rato. Vaya por Dios

Antonio García Barbeito

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La calle es un grito. La calle se ha convertido en el estridente parlamento de la inconformidad, de la protesta, de la reivindicación, del cabreo, de la impotencia. Incluso del exceso, a veces. Al través de la ventana del televisor, miro la calle y miro los banquillos, y lo que no es el doctor Vela declarando por un supuesto y viejo robo de bebés en connivencia con una monja, es el último bandazo de «La Manada», que a este paso, ese ir y venir suyo seguido por cientos de personas, va a dejar las carreras de los sanfermines en algo insignificante. Los miembros de la manida «Manada» han sido juzgados y están condenados, pero parte de la calle no se conforma y pide justicia más dura y rechaza la que les han aplicado a esos tipos. La calle es una urna de voces que quiere cambiarlo todo en un rato. Vaya por Dios.

La calle también habla de la milagrosa clasificación para octavos de final de la selección española, que entre rebotes y líneas del área, sumado todo a la ayuda iraní, va hacia arriba sin que sepamos bien cómo ni por qué. La calle, cuando el fútbol no tenía tanta tecnología alrededor, se comentaba en las tertulias y en el bar, para nada -puesto que no variaba el resultado por más moviola que hubiera- se discutían las jugadas, los penaltis, los goles llamados fantasmas, las zancadillas… Pero todo ha cambiado tanto que el bar ahora se escribe VAR y allí no entra más que el árbitro, y cuando el árbitro sale del VAR, borracho de imágenes de mucha precisión, o convierte en duelo el paroxismo grupal de los jugadores que celebran un gol, o les da vida, alegría y gozo inesperado a quienes habían recibido un gol o no le habían pitado un penalti a favor. La calle, sin dejar de estar llena de bares, se ha llenado de VARES y aquí todo queda congelado hasta que el árbitro se asoma a la ventana y dice ha sido gol, es penalti, no ha sido gol, no ha habido mano… La alegría y la pena del fútbol, congeladas en un gesto arbitral que dibuja con las manos un cuadrado, el del VAR. De arreglarlo todo en el bar, a decidirlo todo por el VAR. La calle sigue en gritos de disconformidad, de cansancio. Pensionistas, autónomos, colectivos feministas y no feministas, hijas vendidas hace medio siglo… Y el verano, que nos está indultando, de momento, pasa sin saber qué titular colocar, si el de «La Manada», el del doctor Vela, el Mundial o todo lo demás. Julio bajará el telón y el público, por muchas ganas que tenga de actividad en el escenario, tendrá que esperar. Dormirán guiones y actores y el libreto, convenientemente guardado, esperará a septiembre. O no. Nunca se sabe. La calle es la calle.

ANTONIO GARCÍA BARBEITO

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