DELIRIUM TOPIC
#BARES
Fue en un bar donde, por primera vez, me enamoré. Tomaba Fanta naranja con pajita, y al otro lado de la barra estaba la niña rubia de ojos azules, que hacía lo propio con una Fanta de limón. Muchos años después, fue en un bar donde conocí el desamor; ella, que no era rubia ni tenía los ojos azules, me dijo durante el café más amargo de mi vida lo que los dos sabíamos desde hacía tiempo: que aquello no iba a ningún lado.
En un bar mi amigo V. nos confesó, con apenas dieciocho, que había llegado el momento de salir del armario. Durante la cruel enfermedad de M., que acabó arrastrando como un torbellino a toda la familia, esperábamos nuevas noticias en los bares, o bien nos emborrachábamos al caer la tarde, buscando la frágil y tibia caricia de los vasos. Bebimos también en silencio, como desconsolado duelo, para afrontar su muerte.
Somos de bares, vivimos en ellos y ellos nos habitan. Los momentos más trascendentes de mi vida han sucedido en bares. Fue en un bar donde besé por primera vez a mi mujer, y también un bar donde le pedí matrimonio. En Sevilla hay casi tres bares por cada mil habitantes, y todavía me parecen pocos. El mundo entero, en realidad, debería llenarse de bares. En un tanatorio, la gente siempre busca el bar. En un hospital, el bar es el único sitio donde el corazón se desencoge. Incluso las empresas se han inventado el networking para acabar en los bares.
Por eso te entiendo perfectamente, Rajoy. Comprendo que salieras pitando del Congreso para recluirte en un bar. En realidad, si las sesiones del Congreso se celebraran en un bar, estoy convencido de que todo habría sido distinto.
Ni tanatorios, ni hospitales, ni empresas. Sólo bares y más bares. Y nosotros siempre dentro, discutiendo, riendo, queriéndonos, rebosando de vida con cada vaso.
