Opinión

A mi madre no le gusta el Carnaval

A mi madre le gusta Tino porque escribe de una forma muy elegante y le recuerda a los poetas del modernismo

Reyes Calvillo

A mi madre nunca le ha gustado el carnaval. Cuando tenía diez o doce años, lo ponía a escondidas en mi casa y, si lo escuchaba, siempre me decía que aquellas letras «que no entendía» le ponían nerviosa. A veces, me subía a ver el concurso a casa de mi abuela y me aprendía los estribillos de alguna chirigota y parte de los temas libres de los cuartetos. De hecho, los cuartetos siempre eran los que más me gustaban. Luego, los cantaba en casa,

Supongo que con los años, la adolescencia y los dramas, las comparsas empezaron a abrirse un hueco en mi vida que, a estas alturas, ni el prozac podría sustituir.

La primera vez que decidí tratar mi anorexia tenía 21 años. Por aquel entonces no lo sabía, pero Ares estaba a poco de volver al Falla y yo, con más ingenuidad que cabeza, estaba a punto de marcharme de mi casa. Meses después llegaron los camaleones, el niño Jesús, la Reina de la Noche y una jovencísima Calvi que ponía el primer pie en el Camino…

No sé si alguna vez habéis convivido con alguien que esté atravesando algún tipo de problema de salud mental, pero os aseguro que me aficionaría a la petanca o al mismísimo Barça si consigo hacerla sonreír un momento. Supongo que de eso, como de todo, saben muchos las madres.

Desde que empezó el concurso, me escribe todos los días. Me pregunta quién canta y a quién entrevisto. Le hace ilusión ver a mis amigos, a muchos ya los conoce, sobre el escenario y escuchar mi sonrisa, y su poquita de carga, durante cada entrevista. Entiende y siente las letras. Conoce las referencias a otras agrupaciones. Señala en el escenario algunas caras y voces.

A veces, incluso, opina sobre mis reportajes y lanza alguna de esas frases de madre: «Tú lo que no tienes es vergüenza, igualita que tu abuelo».

A mi madre le gusta Tino porque escribe de una forma muy elegante y le recuerda a los poetas del modernismo. Le gusta también, como profesora, por sus referencias literarias. Le gusta, en especial este año, porque sale mi amigo Julián. A veces creo que es la aficionada a la que más ilusión le ha hecho que vuelva.

«Aquí estoy, esperando que salga tu amigo que tan bien canta. Vaya entrevista le has hecho. No tienes vergüenza, hija mía».

Pero, por encima de todo, mi madre se ha hecho una apasionada de Tino tras un mensaje que se produjo el pasado martes, a eso de las doce de la madrugada después del segundo pasodoble del autor, donde le decía:

«Ma, te juro que cuando vuelva ordeno el cuarto. Te quiero».

Entre todas las frases de madres de su pasodoble, en mi cabeza, y tras unos pocos de Febreros, siempre resonará una:

«Niña, por favor, apaga eso que no me entero de lo que dicen»

Lo que no sabía es que a esta durísima sentencia se iba a añadir, años después, otro verso que rezaba:

«A ver si le vamos haciendo caso a Tino, que un día voy a tirarlo todo»

Yo ya se lo he dicho, que pretendo recoger toda mi habitación pero que, de momento, «voy de caminito, de caminito, de caminito…».

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