Sobre los carteles taurinos de El Puerto

Con los calificativos de «rematada y redonda» se anunció la nueva temporada taurina en El Puerto de Santa María, compuesta por cuatro corridas de toros, un festejo de rejones, una novillada picada y otras dos sin los del castoreño. Adjetivos que todos deseamos que queden confirmados, y la expectación de los tendidos colmada, cuando en las muy nocturnas horas del 12 de agosto las mulillas arrastren al último toro del ciclo estival. Una de las singularidades de la tauromaquia consistía en ser el único espectáculo donde se vendían astronómicamente, como en un eclipse, el sol y la sombra. Pero con estos comienzos de los festejos tan tardíos, a las ocho de la tarde, el crepúsculo avanza raudo y todo queda reducido a sombra y noche. Así se elimina todo el bello componente de luz, sol y color que siempre caracterizó a los festejos taurinos.

En la confección de los carteles se echan en falta a toreros de contrastada calidad, como Urdiales o de Justo, que aún no han pisado el albero portuense. También duelen las ausencias del isleño David Galván y del triunfador del pasado curso, Manuel Escribano. En cambio, sorprende sobremanera la injustificada inclusión de Cayetano, diestro que carece del más mínimo reclamo por los públicos. Hará el paseíllo junto a Sebastián Castella, que, al igual que Talavante, decidieron inopinadamente retirarse de los ruedos. Pero un día anuncian que vuelven y lo hacen exigiendo las mismas prerrogativas que gozaban cuando se fueron, para lo que ocupan puestos que de manera legítima ya habían ganado compañeros emergentes. Aquí tenemos a los dos. Y empieza a resultar cansino la reiteración, año tras año, de los mismos matadores, lo que viene a evidenciar el anquilosamiento endogámico que sufre el escalafón. El Juli, 25 años de alternativa, Manzanares, 20. Y todas o casi todas las temporadas presentes en el Puerto, con una tarde por lo menos. El único torero que se anuncia este ciclo en dos ocasiones es Morante de La Puebla. Lo cual está de sobra justificado, pues se trata de un diestro poseedor de un haz especial de inspiración, que lo hace distinto al resto, por lo que su presencia es siempre un regalo para el aficionado. En un solo festejo se acartela Roca Rey, pero que bien podría haberlo hecho en doble oportunidad, pues se trata de un verdadero ídolo de masas, que llena las plazas y que desarrolla un tipo de toreo que conecta fácilmente con los públicos. El resto de espadas anunciados, Daniel Luque, Juan Ortega, Pablo Aguado y el local Daniel Crespo, constituye todo un acierto su presencia.

En cuanto al apartado ganadero, se vuelve a recurrir a la eterna monotonía del moencaste Domecq. Salvo el Puerto de San Lorenzo, de origen Atanasio, que se anuncia junto a la Ventana del Puerto, que posee ya la misma sangre predominante. Tras el gran juego que ofrecieron los toros de Adolfo Martín el verano pasado en este coso, creíamos que volverían a lidiarse este año, y así dotar de cierta variedad al elenco ganadero. Pero no ha sido así. En su lugar contamos otra vez con las redundantes vacadas de Núñez del Cuvillo y Juan Pedro, con amplio historial de petardos y tardes aburridas. Eso sí, de seis ejemplares que lidian, suele ocurrir que haya uno que, justito de casta y de fuerzas, medio se deje torear. La figura de turno corta las orejas y ya se adquiere salvoconducto para la próxima ocasión. Al menos este verano contamos con el debut en esta plaza de los referidos toros de el Puerto de San Lorenzo y la los también salmantinos astados de Montalvo.

La grandeza de la fiesta reside en su carácter imprevisible. En cualquier momento de cualquier tarde puede surgir la chispa que colme las almas aficionadas de esa inquieta, bendita sed que tienen de belleza y emoción. ¡Vamos a los toros!