OPINIÓN

Campeonas

Y para aquellos detractores que dicen que solo es un espectáculo moviendo millones, ya quisiera yo verlos corriendo por la banda

Patricia Gallardo

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La verdad es que no soy muy aficionada al fútbol como norma general, pero sí que me gusta ver las finales de las grandes competiciones tales como las olimpiadas o los mundiales donde participe la selección española, sea masculina o femenina (en realidad me gustan todas las finales de cualquier deporte en el cual participe España). Este fin de semana hemos vivido un hito en el deporte femenino nacional al ganar nuestro primer mundial en esa categoría.

Toda la polémica que ha rodeado a este equipo desde que fue convocado hasta días posteriores al gran derbi (ya sabéis que si entrenador sí, entrenador no, que tales no iban, que si la reina va malo porque se puso a botar con la jugadoras, que si no va malo también, que si la infanta Sofía era la única que llevaba la bandera a cuestas, el beso que han querido comparar con el de Iker, pero que para nada tiene que ver…, en fin opiniones y gustos para todos los colores, unas con más repercusiones que otras), no ha podido eclipsar el hecho principal: el pedazo de partidazo, sin con dos superlativos porque lo merece, con el que nos agasajaron estas guerreras.

Por razones que no vienen al caso, no pude ver la primera parte del partido, cosa de la que en el fondo me alegré porque ya sabía que íbamos uno cero y el sufrimiento fue más corto, si llego a ver los noventa minutos más los trece falsos del descuento, y digo falsos porque fue al menos un minuto más de angustia, me da un parraque (eso no quita que horas más tarde no lo viera en diferido). Cómo se movían esas chiquillas a lo largo del campo, defendiendo su posición ante la pérfida Albión, que no es moco de pavo, señores, no por nada sus congéneres inventaron el balompié y saben un rato del tema.

Fueron unas mosqueteras, «una para todas y todas para una», las defensas fueron delanteras y viceversa según lo requiriera al momento ¡Y vaya si hubo momentos interesantes!, sobre todo en el minuto sesenta y pico, cuando la colegiada Tori Penso tuvo que consultar el VAR por un penalti clarísimo, al menos desde la imágenes que proyectaba mi tv y las ganas de mi cerebro que lo identificaba como tal. Unos segundos que se nos hicieron eternos hasta que la árbitra (que no vi mal que se asegurase ¿eh?, que pitar una final de mundial es una cosa seria, pero no solo para ella, sino para cualquier colegiado sea hombre o mujer), hizo el gesto de la pantalla con sus manos y dijo las palabras mágicas: After review, there is a punishable handball by number four. Decision: Penalty!, o lo que viene a ser lo mismo, la inglesa ha puesto la mano donde no debía y que se prepare la portera. Así que pitido, mano estirada (momento foto) y todos en la grada española como locos.

Lástima que la guardameta inglesa, una máquina por cierto, lo vio venir y sacó esa mano que nos dio tantos quebraderos de cabeza durante el partido ¡Cachis! «No pasa nada», pensé, «estas tienen piernas para correr lo que haga falta y volver al área contraria y hacer pupita» No marcaron más, no por falta de ganas como bien demostraron, pero a la vista está que tampoco les hizo falta ya que en el minuto trece falso de descuento, se proclamaron campeonas del mundo. Ya teníamos dos mundiales para España, el de los unos y el de las otras, orgullosa de mi selección. Y desde aquí darles la enhorabuena porque todo el sacrificio personal que lleva detrás no tiene precio. Y para aquellos detractores que dicen que solo es un espectáculo moviendo millones, ya quisiera yo verlos corriendo por la banda.

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