OPINIÓN

El reencuentro

Todos teníamos nuestras peculiaridades y propia personalidad, pero a la mayoría nos encantaba ese primer día

Nandi Migueles

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Cuando éramos niños a la mayoría nos encantaba esos primeros días de septiembre con la vuelta al cole, digo la mayoría porque había alguno que lo odiaba a muerte, el mismo que de adulto vemos que sigue siendo el malaje y antisocial del grupo. El reencuentro en las clases llevaba impregnado en el ambiente ese olor a lápices, gomas, cuadernos y libros nuevos, que no sé por qué ahora no huelen igual. Será que nuestro sabor y olfato se ha desvirtuado de tanto tartar, carpaccio o tataki, o tal vez porque no estén hechos del mismo material de entonces. Recuerdo que me daban unas ganas de darle mordiscos a la goma de nata por lo bien que olía.

En aquellos tiempos nuestras clases ya eran mixtas, de niños y niñas y había todo tipo de gente con su carácter singular, el cual notábamos enseguida por las señales que mandaban al exterior cada uno de ellos. Estaba el pelota de turno, el pijo, la guapa, el tristón, el gordito, el largo, el chico y feo como yo, el empollón, el llorón, el miedoso, el puerco, el liendre, el inconformista, la sociable, el optimista, la tímida, el gracioso, la invisible, el gafa…

Todos teníamos nuestras peculiaridades y propia personalidad, pero a la mayoría nos encantaba ese primer día.

El regreso de los ensayos es muy parecido. Nos volvemos a reencontrar después de varios meses los niños y niñas de nuestra clase y somos cada uno de una manera. Cada uno viene contando sus historias y batallitas del verano, con sus pros y sus contras, sus alegrías y sus penas, pero sobre todo con la ilusión en los ojos.

El escuchar el nuevo tango, que por cierto este año musicalmente es de completa creación de mi hija Inés Migueles, la presentación de la idea del coro, la disposición del grupo, las nuevas incorporaciones y las ganas de afrontar algo nuevo hizo de ese día un momento maravilloso. Por suerte en nuestro grupo existe la lealtad y ganas de pertenecer a una agrupación de personas que durante 40 años han creído en una filosofía propia, la diversión. Hubo muchas risas y llantos de emoción, estaban los mismos personajes que había en las aulas de pequeños. El gordito, el pelota, la guapa, el chico y feo que soy yo, el largo, el gafa...No faltaba nadie, bueno sí, pero ella está ahora en su formato de estrella azul acompañando con su bandurria desde lo más alto del cielo de la Caleta.

Ese día solo es el comienzo de una larga carrera, donde por el camino nos encontraremos con curvas muy cerradas, mosqueos de la dirección, callejones sin salida, baches profundos y horas y horas de trabajo cansino y duro durante los ensayos. Pero mientras todo eso transcurre, nos reiremos como nunca con las ocurrencias del personal, compartiremos cumpleaños y celebraciones de todo tipo, nos asombraremos de cómo va sonando, nos divertiremos con la puesta de escena, nos desahogaremos con nuestros amigos en cada problema personal, nos ayudaremos mutuamente en los momentos difíciles, nos asombraremos con la falseta, aplaudiremos a algunas letras, daremos ideas aprovechables, reconoceremos el esfuerzo de todos, veremos que seguramente algún día se reirá el tristón, pero sobre todo disfrutaremos del camino, nuestra meta.

Cuarenta años dan para mucho, me han dicho de todo, hasta que me querían muchísimo, pero esto es carnaval, por eso ya solamente me quedo con el camino, lo demás «Carnavaliti de Cái bueno».

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