OPINIÓN

Todo es política

Necesitamos personas que le den un vuelco a todo lo que rodea nuestra fiesta porque advertimos que nuestro carnaval y su concurso está tomando una dirección que los llevará al abismo sin remedio

En el panorama actual de nuestro país comprobamos que para nuestros políticos lo de menos es el pueblo. Muy pocos hablan de hacer carreteras, invertir en empleo, crear hospitales, ni de cultura o de educación, ni de los trabajadores del campo o los del mar, ... ni de los transportistas, por ejemplo. Su estrategia principal es atacar al contrario para debilitarlo; el novio de la presidenta, el asesor del ministro, negar el terrorismo y la dictadura, el referéndum, la mujer del presidente…

Los problemas reales del ciudadano no existen.

En Cádiz percibimos como cada nuevo consistorio elegido dedica más su tiempo en verter culpas a los anteriores gobernantes que en resolver problemas. El pabellón del antiguo Portillo, la escuela náutica, el colegio Valcárcel, el teatro del parque, el nuevo hospital, la falta de vivienda, la limpieza en las calles, el transporte público o la ciudad de la justicia son algunos ejemplos de cómo se han ido dejando olvidados los proyectos culpabilizando siempre a los predecesores en sus cargos. Para solucionar en parte este desamparo debería de existir la premisa de requerir una cualificación mínima en nuestros mandatarios, es decir, que todos tuvieran al menos la carrera de licenciado en ciencias políticas. Cualquiera no puede ejercer como médico/a, ingeniero/a o arquitecto/a, sin embargo, en política no exigen nada de formación ni experiencia para ello, habría que mirar eso.

En carnaval siempre pasó algo parecido. Los dirigentes dedicados a la faceta de nuestra fiesta se dedicaron más a dejar en manos de otros su trabajo o culpar a los anteriores de tanto desaguisado.

Coger al toro por los cuernos no es fácil. Necesitamos personas que le den un vuelco a todo lo que rodea nuestra fiesta porque advertimos que nuestro carnaval y su concurso está tomando una dirección que los llevará al abismo sin remedio.

Se necesita un carnaval y concurso modernizado pero singular, del que presumíamos siempre, no como otro más de los cientos que hay por el mundo. Un carnaval y concurso sui generis, con nuestra idiosincrasia y particularidad gaditana. Abierto al cambio, pero no doblegado a él. Dinámico y ágil, pero no apresurado ni forzado. Fijo en fechas, pero no encorsetado. Un carnaval y concurso genuino de Cádiz, que no se venda al igual que nuestros barrios a los pisos turísticos. Que haga reír con nuestras cosas sin que se rían de nosotros. Participativo, pero no masivo. Inclusivo y lleno de matices nativos de nuestra ciudad, ni mejor ni peor, pero si distinto y único. Necesitamos un carnaval y concurso que mire al futuro pero que no traicione la memoria de nuestros antepasados. Un concurso donde la calidad empiece por el jurado, donde a las mujeres se las trate con igualdad, donde los puntos no sean una trampa y donde las agrupaciones lleven el sello de Cádiz, aunque vengan desde Madagascar.

Un carnaval elegante y señorial enriquecido con conferencias, publicaciones, exposiciones, escuelas de formación, foros, actuaciones callejeras con escenarios dignos, desfiles y cabalgatas singulares, exornos sin racanerías, concursos callejeros con un nivel a la altura de una capital de provincia, con seguridad ciudadana. Con unos carruseles de coros espectaculares y bailes de máscaras a la antigua usanza. Un concurso y carnaval lleno de novedades e ideas frescas pero que no se arrodille, al mercadeo más comercial de dos o tres representantes y promotores artísticos.

Todo eso se consigue a través de los políticos, que son por si no lo recuerdan, la representación del pueblo.

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