Caos mental

Voy a quitar el árbol de navidad, menos mal que lo compré hace años en un chino de esos y que mide unos 30 centímetros de alto, al cual le pongo dos tiras de luces a pilas y un adorno en cada rama, por lo que me lleva 10 minutos el recogerlo. Por cierto, me faltan dos tangos por hacer y tres cuplés. A ver, el primero lo puedo enfocar a las películas antiguas en blanco y negro de entonces y compararlas con la última maravilla de la ingeniería informática que se acaba de estrenar, la de Avatar. Mucho dibujo impresionante y poca chicha en el fondo. Cuánta gente por todos lados y cuánto Covid suelto, rumiaba el día que fui a verla al cine.

Voy a explotar los globos del día de reyes que no veas el por saco que están dando cada vez que abro una ventana, con la corriente se van para mi dormitorio y aquello parece una suite nupcial, solo le falta el cava y los bombones. Ahora que lo pienso, tengo que meter unos coreados en la cuarteta esa donde hablo de las ventajas de tomarse todos los días una copita de rioja, lo cardiosaludable que es, podría hacer con las voces de fondo el sonido del corazón, pum pum… pum pum.

No puede pasar un día más sin que cambie el calendario de Fotogramas que tengo en el cuarto de estudio porque estoy mirando la fecha que nos toca actuar y me estoy haciendo un lío al estar puesta aún la hoja de diciembre de 2022, no coincide con el día de la semana que creí nos tocaba.

Estoy meditando también que estaría bueno hacerle un cuplé al muñeco ese que se desinfló en la cabalgata. Eso tiene tela de gracia y así de camino desprestigiamos a nuestra ciudad y a la concejala de fiestas Lola. A mí me ha gustado mucho este año, aunque eso no tenga gran mérito porque a mí en estas fechas me gusta todo menos lo mío. Esa sensación la tenemos siempre los carnavaleros cuando estamos cerca de nuestro estreno, querer cambiar todo porque no te gusta nada.

Voy a apuntarme en un post it que tengo que cronometrar el tiempo de actuación otra vez porque me parece que voy a tener que recortar algo del popurrí o la presentación. No me gusta ir al límite de la media hora que tenemos en escena, no vaya a ser que la gente se ponga en pie en la presentación como pasó con «Los combois da pejeta», y nos penalicen por excedernos en el tiempo.

Mañana voy a estrenar las zapatillas de deporte de reyes y caminaré dando la vuelta a Cádiz para ordenar las ideas porque desde hoy tengo que centrarme exclusivamente en el concurso...otra vez los globos para el dormitorio, voy a buscar un alfiler.