OPINIÓN

Moscas y cañonazos

«Sin embargo, aunque las moscas sean muy cansinas, no vale de nada usar los cañonazos»

Miguel Ángel Sastre

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Imaginemos la situación: una reunión familiar o de amigos en época navideña llegando a la sobremesa. Después del aperitivo, comida abundante, vinos, cervezas u otro tipo de bebida con algo de alcohol, perfecto para rebajar el autocontrol. Después de un divertido jolgorio, se hace el silencio. Una frase lo cambia todo, acaba con el buen ambiente como el disparo certero de un francotirador.

Después de esa sentencia que resuena y deja un rastro humeante como un cañonazo en una batalla dirigida por Napoleón; viene otra, posiblemente de alguien que no tiene el mapa completo, pero que, inmediatamente después, dice: «te has pasado».

Pero, vayamos atrás y diseccionemos cómo nuestros protagonistas han llegado a ese «te has pasado». En las horas anteriores, el culpable - o la culpable - de ese bofetón dialéctico que ha desmoronado el ambiente amable y que ahora es increpado, muy posiblemente ha estado soportando un amplio repertorio de pequeños pero incómodos «pellizcos». Frases, gestos y palabras muy sutiles que han ido llenando un vaso llamado paciencia hasta desbordarlo. Frases, gestos y palabras que, sin aspavientos y sin levantar la voz, incluso entre sonrisas, incluían reproches, frases irónicas, críticas veladas, desprecios sutiles o presunciones fuera de lugar, que han provocado que la mecha se encendiese, generando una reacción en cadena que desemboca en que quien se siente agredido, acabe respondiendo con toda la artillería, tocando, seguramente, un tema sensible, tabú, hiriente, y que representa el talón de aquiles de quien, queriéndolo o sin quererlo, ha desbordado la paciencia.

Algunos lo llamarán lidiar frente a actuaciones pasivo-agresivas, otros simplemente un efecto derivado de soportar a personas que representan todo aquello que detestamos del prototipo del clásico cuñado, en su versión más hiriente y que, en Navidad se desarrolla en su máximo esplendor.

En cualquier caso, lo que está claro es que todos hemos sido testigos, o hemos vivido en primera persona, una situación similar a esta. En la que, efectivamente, suele haber un desequilibrio entre la fuerza de reacción y la de acción. Pero en la que, si sumamos el conjunto de las acciones hirientes superan a la reacción de defensa. Situaciones en las que alguien se ve obligado a pedir perdón por el efecto de la detonación, pero en la que, a veces, nos olvidamos de quién estuvo jugando, con aparente inocencia, a pulsar el botón. Dicho de otra manera, en la que nadie se disculpa por lo que hizo, pero sí se juzga la respuesta.

Y frente a ese tipo de situaciones hay dos grandes maneras de actuar: seguir callando, o responder con todo, sin miedo al reproche. Sabiendo que, moralmente tienes la razón. Aunque te arriesgues a cortar todos los cables, aunque te arriesgues a destruir los puentes de unión en cualquier relación y te expongas también a la reprimenda de los observadores aparentemente neutrales que hay alrededor.

La Navidad es una fecha en la que las reuniones sociales que tenemos crean, paradójicamente, el clima ideal para que este tipo de situaciones broten. Pero, además, ese clima de pasivo-agresividad y de juzgar solo la respuesta o el efecto, olvidándonos de la causa, ha llegado a la política también.

La coalición de Gobierno, salvo excepciones concretas, actúa como el primero de los protagonistas. De manera sutil, con sonrisas y palabras de armonía como «convivencia» y «generosidad». Mientras tanto, van acabando, poco a poco, con todo. Apoyados, incluso, por los que en su momento, para conseguir sus objetivos, mataron.

Y si te opones a ello, te pasa como en la cena de Navidad con quien, sutilmente, te ha estado todo el rato atacando: te dirán que estás matando moscas a cañonazos. Sin embargo, aunque las moscas sean muy cansinas, no vale de nada usar los cañonazos. A quienes nos ataquen con pasividad siempre es mejor torearlos, con inteligencia, para acabar retratándolos, evitando parecer nosotros los malos porque eso es, sin duda, lo que con esa forma modorra de agredir, van buscando.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación