Laberintos psicológicos

Llegará el momento en el que alguna huella aparezca, que la coartada se caiga o que las cortinas de humo en forma de bombardeos mediáticos se disipen

Miguel Ángel Sastre

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Las obras literarias, algunas adaptadas a la gran pantalla, que se basan en el juego mental tienen la capacidad de captar nuestra atención durante un largo periodo de tiempo. Los laberintos psicológicos presentes en algunos libros y películas o el suspense suelen ser elementos característicos de este género, que habitualmente tiene éxito entre personas que disfrutan al estar sometidas a fuertes estímulos intelectuales. Son además, muy propicias para este mes de noviembre en el que toda historia que tenga una pizca de intriga suele triunfar.

Desde Hitchcock hasta Agatha Christie, pasando por obras como «Shutter Island» o, incluso, el film de Nolan, «Origen», así como «Los Otros»; esta tipología suele basar su argumento en que algo que puede parecer cierto no lo es: que el límite entre lo real y lo ficticio es tremendamente líquido y depende del prisma con el que lo miremos. El último ejemplo llevado a la gran pantalla es la obra de Torcuato Luca de Tena, «Los renglones torcidos de Dios», una obra que, según cómo interpretemos los signos que nos muestra nos llevará a sacar unas conclusiones muy distintas.

El tiempo que vivimos, a nivel político y mediático, tiene cosas en común con este género literario y cinematográfico, el del thriller psicológico. Es cierto que la política, desde sus orígenes en la etapa clásica ha tenido el suspense y la intriga como ingredientes, pero en los últimos tiempos, la rapidez de los cambios nos hace que parezca que vivimos inmersos en una historia de este género.

Los buenos, a veces, parecen malos y los villanos, son aclamados y continúan siendo protagonistas de la historia. Ejemplos tenemos muchos pero, quizás, el del Gobierno central, con el Presidente a la cabeza sea el más llamativo de esta contradicción de realidades.

Los efectos especiales en forma de apoyo mediático, disfrazan muchas veces el mal y lo convierten en bien. Sin embargo, si vemos la foto completa, es fácil percatarse de quién realmente está en el lado correcto. El caso más reciente: la renovación del Consejo del Poder Judicial. La fotografía incompleta puede llegar a hacernos pensar que hay que renovarlo a cualquier precio, por sentido de Estado, pero no es así. Se trata de una argucia del gobierno para poder controlar el ámbito judicial y, a su vez, acabar controlando el Tribunal Constitucional y, por ende, tener carta blanca para legislar a su antojo, sin ningún tipo de frenos. Los que quieren ir contra la nación, se disfrazan de patriotas refugiándose en una hipotética necesidad de renovación: un mimetismo parecido al del villano de un thriller.

Como ocurre en la ficción, hay quienes con cuyas acciones nos hacen parecer ejemplares, jugando con nuestra mente, pero sus verdaderas intenciones llegan a rozar, incluso, lo macabro. Personajes que siempre van zafándose de asumir consecuencias.

Y la publicidad institucional es ese borrado de huellas propio de las novelas de Agatha Christie, la coartada perfecta de Hithcock, la huida a un siguiente nivel de «Origen» o el flashback-flashfoward inesperado de películas como «Shutter Island», «Los Renglones Torcidos de Dios» o «Los Otros» que te desconcierta. Por eso, gracias a esa publicidad y apoyo mediático, muchas veces confundimos la realidad.

Sin embargo, como en todo thriller, el desenlace puede ser inesperado y, de repente, los espectadores acaban descubriendo la salida del laberinto psicológico al que han estado sometidos.

Llegará el momento en el que alguna huella aparezca, que la coartada se caiga o que las cortinas de humo en forma de bombardeos mediáticos se disipen.

Porque llegará el momento que, en un golpe de efecto final, los españoles, incluso los que, en su momento, engañados, apoyaron a quienes están dilapidando su futuro mientras que dicen protegerlo, abran los ojos y España dé el tan ansiado cambio de rumbo. En ese momento, los buenos acabarán siendo los vencedores y los villanos los derrotados. Será entonces, cuando salgamos del laberinto en el que, jugando con nuestras mentes y con la realidad, nos han atrapado.

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