OPINIÓN
La gran malla
Las grandes ciudades se han convertido, cada vez más, en enormes masas que, por gravedad, atrapan todo a su alrededor
Cádiz
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Iniciar sesiónLos domingos por la tarde, especialmente con buen tiempo, la autovía que conecta Cádiz con Sevilla - la AP-4 - sufre eternos atascos hacia el norte, mientras que los carriles opuestos circulan con fluidez.
Por motivos algo distintos, esa imagen de colapso es muy común, también, en el acceso a las grandes capitales españolas, como Madrid o Barcelona.
Esa fotografía, típica ya de nuestro tiempo, simboliza algunos de los asuntos más urgentes que tenemos pendientes. Y no, no es solo el de la movilidad o el de dimensionar bien las infraestructuras, que también. Las grandes ciudades se han convertido, cada vez más, en enormes masas que, por gravedad, atrapan todo a su alrededor. Equilibrar eso es un enorme reto con el que conectan otros asuntos a resolver.
Que algunas ciudades, como Madrid en el último tiempo, crezcan a ese ritmo no es malo en sí mismo. Es reflejo de que su modelo ilusiona. El problema reside en que concentrar todo en pocos lugares, provoca el colapso de éstos. De ahí que la imagen de «atasco» encaje a la perfección.
Si todo el desarrollo se concentra en determinados kilómetros cuadrados de forma repentina, aparecen retos que, en el corto plazo, son difíciles de atajar. Retos que todos conocemos como servicios sobrecargados o el crecimiento exponencial de los precios de la vivienda. Si las ciudades medias y las cabeceras de comarca se vacían y sus habitantes se empadronan en grandes capitales, además de un problema de «vaciado» de ciertas zonas, tendremos el colapso de otras. Y, además, si entre la gran ciudad y el medio rural no hay sistemas intermedios, vivir en éste será imposible.
La receta es conocida, pero no se aplica. Empieza por entender que España es mucho más que algunas ciudades concretas. Continúa impulsando un buen sistema educativo pensado nacionalmente. Conecta con buenas infraestructuras que cosan zonas. Se expande con una fiscalidad atractiva, así como con menos burocracia atraiga inversión y, por tanto, oportunidades laborales. Y desemboca, volviendo al origen, en medidas que faciliten formar una familia. Es decir, medidas que creen un círculo que funcione.
Por tanto, la idea es construir nuestro país como una gran malla con «nodos» de diferentes tamaños, pero que esté equilibrada. Con grandes ciudades, con otras no tan grandes que las complementen, y con pueblos que, a su vez, estén conectados esos núcleos medianos.
O construimos esa «gran malla» o «los atascos de los domingos» seguirán siendo interminables. O abrimos nuevas vías, o los carriles de retorno a los lugares que nos vieron crecer y donde están nuestras raíces, se quedarán desiertos. Muchos gaditanos, especialmente de mi generación, entenderán lo que he intentado contar en estas líneas.
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