PERSPECTIVAS
Contra nadie, a favor
Vivimos un tiempo basado en el «¿qué propones?, que yo me opongo»; y la Constitución es ejemplo de lo contrario
Cuando llegan estas fechas, además de empezar el Adviento y acercarse la Navidad, solemos hacer una revisión de nuestra Constitución. 47 años cumple en este caso. Algunos, por aquel entonces, no estábamos ni pensados.
Esa revisión se hace tanto por personas que de buena fe ... quieren reivindicar el legado constitucional, como también por otras que tienen cierto interés en demostrar su obsolescencia. Por eso, siempre, en vez de solo celebrar, también nos toca defender.
Podríamos decir mucho a favor de la Constitución del 78, pero, hoy por hoy, hay algo imprescindible a subrayar. Ayer, alguien con quien compartí un diálogo para más de cien alumnos de bachillerato de la provincia de Cádiz resaltó que lo que diferenciaba a esta Constitución de las anteriores era el hecho de no estar hecha contra nadie, sino a favor de muchos. Así es.
Vivimos un tiempo basado en el «¿qué propones?, que yo me opongo»; y la Constitución es ejemplo de lo contrario. Y nos demuestra que esa manera de entender la política funciona es más duradera que otras que hoy se nos venden como recetas infalibles.
Por tanto, la pregunta que deberíamos hacernos no es si esta Constitución ha envejecido bien, sino si seríamos capaces de haber sobrevivido a 47 años de retos enormes de la historia de España con otra Constitución distinta. Porque cuando hubo sucesión en la Corona, sin ruido, ahí estuvo la Constitución. Cuando nos enfrentamos a una pandemia, ahí estuvo la Constitución. Cuando ciertos políticos intentaron separar a un territorio concreto de España, ahí estuvo la Constitución. Y también estuvo, paradójicamente, para permitir que llegasen al poder quienes menos la respetan mediante la figura de una moción de censura.
Y son sus opositores los que han provocado, en el fondo, que sea más necesaria que nunca. Muchos coinciden en que, salvando las distancias, la España post-sanchismo va a demandar, de alguna manera, una especie de Transición que cierre muchas heridas abiertas intencionadamente. El chicle se ha estirado tanto que hará coser muchas relaciones ahora rotas.
Sin embargo, mirar atrás nos hace creer que será posible, porque en aquel momento todo era, objetivamente, mucho más difícil. Terminando el Año de la Esperanza, es un soplo de ésta virtud saber que por aquel entonces la concordia, como se lee en la lápida de Adolfo Suárez, fue posible.
Por eso, proteger la Constitución, independientemente de la generación a la que pertenezcamos, no es sólo proteger nuestro pasado y el legado de nuestros mayores, sino que significa proteger y asegurar nuestro futuro.
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