OPINIÓN
La que ha liado
Asistimos a un progresivo arrinconamiento del pensamiento crítico y pausado, un fenómeno que no nace en TikTok, sino que se nutre de diversos factores
Menuda la que ha liado esta semana María Pombo con sus polémicas declaraciones sobre la lectura. Horas de debate ha generado esta influencer española, que reconocía en su red social TikTok que el mundo debía aceptar a quienes no les gusta leer y que quienes ... lo hacen no son mejores por hacerlo. Melón abierto.
Todos los medios de comunicación se han hecho eco de sus palabras y han tirado del hilo para desenmarañar una madeja a la que no se le encuentra el nudo inicial. Porque sobre la lectura, o más bien sobre su hábito, se ha dicho de todo. Que si depende de la clase social, que la falta de gusto por los libros va de la mano de la mala alimentación, que si el poder adquisitivo de las familias influye, etc. ¡De todo!
Sin embargo, reducir el debate a una cuestión de superioridad moral o de correlaciones socioeconómicas es quedarse en la superficie. La polémica, magnificada por el eco de las redes sociales, es en realidad un síntoma de un problema más profundo y estructural. Asistimos a un progresivo arrinconamiento del pensamiento crítico y pausado, un fenómeno que no nace en TikTok, sino que se nutre de diversos factores.
La devaluación de la educación, la reducción del tiempo y los recursos para el ocio cultural —en los que no incluyo plataformas como Netflix— o el encarecimiento del acceso a la cultura, incluyendo los propios libros, son piezas clave de este puzle. A ello se suma un ecosistema digital diseñado para la gratificación instantánea —ahí sí entran las mencionadas anteriormente—, que premia el consumo rápido de contenido frente a la inmersión que exige un libro.
Por tanto, la pregunta que me planteo no es si leer nos hace mejores personas, sino en qué nos convertimos cuando relegamos la lectura a un pasatiempo de nicho. Más que un debate sobre gustos personales, lo que está en juego es nuestra capacidad para el pensamiento complejo, la empatía y la deliberación informada, pilares fundamentales de cualquier sociedad que se considere sana.
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