opinión
¿Cuántos me echas?
He visto un anuncio de un desodorante que promete mantener la axila joven. Aún sigo desconcertada
He visto un anuncio de un desodorante que promete mantener la axila joven. Aún sigo desconcertada. Sí, una nueva parte de nuestro cuerpo que, según la publicidad, no debe envejecer. En X, los comentarios no se han hecho esperar: «Ahora cuando nos pregunten la edad, ... enseñaremos la axila y preguntaremos: '¿Cuántos me echas?'» o «Nos dice a las mujeres que tenemos que tener los sobacos jóvenes, para vender inseguridades, bodyshaming y edadismo. Bien misógina os ha quedado la campaña». Estas reacciones reflejan algo más profundo que una simple estrategia comercial: un problema cultural que la sociedad española empieza a enfrentar con valentía y urgencia.
El edadismo, o discriminación por la edad, es un fenómeno que afecta a las personas mayores, pero también a las mujeres, que sufren una doble presión estética para no mostrar signos de envejecimiento. Esta misma semana la Fundación Grandes Amigos ha puesto el dedo en la llaga con su campaña «Libre de edadismo», que denuncia el lenguaje agresivo y excluyente que utilizan muchas marcas cosméticas. Palabras como «combatir», «eliminar» o «revertir» los signos de la edad no solo venden productos, sino que perpetúan un relato que estigmatiza el paso del tiempo y daña la autoestima.
Es un avance que la Unión Europea haya prohibido las pruebas en animales para cosméticos y que la industria celebre el sello «Cruelty Free». Pero, ¿qué sentido tiene ser «libre de crueldad» si seguimos siendo cómplices del desdén hacia las personas mayores? La campaña reclama un cambio ético profundo: que la publicidad deje de presentar la vejez como un enemigo y que se impulse una comunicación más respetuosa e inclusiva.
Por su parte el Gobierno, apoyando esta iniciativa, tiene ante sí una oportunidad histórica para liderar una regulación pionera que limite el uso de términos como «antiedad» o «antienvejecimiento» en la publicidad. No se trata solo de palabras, sino de construir una sociedad que valore la dignidad en todas las etapas de la vida. Porque, al final, la belleza más sólida es la que nace del respeto a uno mismo.