Una vida digna

Pienso que Rajoy es una buena persona, y quizás por eso aguantó los temporales con retranca gallega

Julio Malo

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El acceso de Pablo Casado al liderazgo del PP, partido que capitaliza el voto de la derecha española, tanto conservadora como liberal, no parece sorprendente. Mariano Rajoy fracasó porque nunca fue capaz de liderar el llamado ‘frente constitucionalista’, mediante actitudes moderadas y un discurso vacilante, provocando una absoluta parálisis parlamentaria que en dos años no fue capaz de aprobar ni modificar ley alguna. Solo consiguió un cierto consenso para combatir el complicado tema de los secesionismos catalán y vasco, aplicando la estrategia del palo y la zanahoria. Pienso que Rajoy es una buena persona, y quizás por eso aguantó los temporales con retranca gallega. La corrupción que se había extendido entre amplios sectores de su propio partido fue detonante que provoca un cambio imprescindible, tanto para el conjunto de la nación española, como para sus segmentos de la derecha política y social. Casado ofrece un programa más coherente con los principios que definen esta sensibilidad, y se diferencian con mayor nitidez de las posiciones socialdemócratas.

Él ha proclamado en el congreso de su partido que es partidario de la Vida, así con mayúsculas, así se posiciona de nuevo contra el derecho al aborto, un tema en el cual los moderados de su partido como Rajoy se habían replegado, y que Alberto Ruiz-Gallardón pagó con su retirada. Precisamente, el Senado argentino acaba de rechazar la propuesta de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en medio de grandes convulsiones sociales. La libertad legal a decidir no significa que a nadie se le induzca a abortar. Así se distinguen los derechos de las prohibiciones, por eso desde posiciones progresistas no se comparte la obsesión de ciertos sectores de la derecha en penalizar el derecho de las mujeres a continuar con un embarazo no deseado. Menos se entiende que quienes defienden el derecho del ‘nasciturus’, a la vez se despreocupen de las personas desdichadas cuyas vidas se cobra la mar, o se consumen aferradas a vallas electrificadas.

Tal vez Pablo Casado se posiciona contra el derecho a decidir de las mujeres porque así obtiene el mismo rédito político que proporciona una opinión restrictiva con relación al problema migratorio. Todos y todas somos víctimas de paradojas y contradicciones, pero no parece lógico que quien esgrime el derecho a la vida cuando se trata del aborto, no muestre sensibilidad alguna con relación a las muertes que a diario se producen por naufragios de pateras y embarcaciones precarias en el Mediterráneo. Desafortunadamente, el genero humano es la única especie gregaria que se comporta de forma insolidaria con sus semejantes; no solo resulta lacerante la actitud de los políticos de la derecha, como Salvini o el propio Casado, con relación al problema migratorio, también el desinterés por el conjunto de los derechos humanos, porque la vida no es solo nacer, sino su propio desenvolvimiento con dignidad: la salud, la enseñanza, la vivienda, el bienestar económico, la cultura, el medio ambiente. En Europa, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados han venido garantizando los derechos humanos, como consecuencia de un pacto entre conservadores liberales y socialistas. La crisis de 2010 liquidó definitivamente este estado de bienestar social ya debilitado por la presión del poder financiero. Desde entonces, la derecha apuesta por la competitividad, por la privatización de los servicios públicos y por el recorte de la libertades. Nuevas formulas socialdemócratas se extienden especialmente por el sur pobre del continente. Pablo Casado o la izquierda renovada, ese es el dilema.

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