OPINIÓN

La vergüenza constante por la miseria antigua

La palabra ‘infravivienda’ es tan familiar en Cádiz que parece que tal término nació en la ciudad. Se refiere a esas fincas terroríficas que sobreviven en varios puntos del casco antiguo de la capital gaditana, prácticamente sin el menor cambio, desde mediados del siglo XIX. ... Con el tiempo, a base de abandono y decadencia, se convirtieron hace ya muchos años en una de las mayores vergüenzas que soporta la ciudad. Es un síntoma, una realidad social, una prueba de muchas décadas de renta per cápita muy por debajo de la media estatal. Es una lacra ligada a las demás: al desempleo, a la falta de formación y las bajas rentas que bordean la pobreza. Pero es más visible y más dolorosa.

El bochornoso estado de varias fincas de la capital gaditana ha sido una preocupación constante desde la llegada de la democracia pero nunca se ha conseguido la fórmula para erradicarla. Quedó reducida en buena medida en una década esperanzadora, entre 1995 y 2005, en la que Ayuntamiento y Junta de Andalucía, siquiera cada uno por su lado, empezaron a remozar y dignificar edificios a toda velocidad.

La edad dorada de la construcción inflaba las velas de un sector de Cádiz que parecía hundirse para siempre en sus barrios más tradicionales y populares. Pero se acabaron los fondos, se rompió el ladrillo, se desajustaron los presupuestos y volvieron los reproches, la incapacidad de todos. Cuando llegó ese frenazo, quedaban muchas, demasiadas, infraviviendas por erradicar y en los últimos años su estado, obviamente, se ha agravado. Apenas se ha sacado un proyecto adelante en lo que va de esta década, muy avanzada ya.

Son tan lacerantes las imágenes que hasta instituciones neutrales y respetadas como el Defensor del Pueblo o la Asociación Pro Derechos Humanos han levantado la voz para recordar la evidencia, para reclamar a las dos administraciones públicas implicadas (Junta de Andalucía y Ayuntamiento) que deben hacer algo real, práctico y urgente. Para gritar que ya basta de planes antiguos recalentados que van con tanto retraso que nadie cree en ellos.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios