OPIINÓN

Cádiz, la provincia en prácticas eternas

Nos estamos especializando los gaditanos a llegar con una gran experiencia a ninguna parte

No creo ser una excepción en lo que les voy a contar. Tengo un amigo, cuya identidad por esas cosas de la protección de datos (los míos, en caso de que él se vaya de la lengua también) no revelaré, que estuvo hasta los 35 años enlazando prácticas. Unos meses en un puesto que iba cambiando con la puntualidad con la que se le terminaba el contrato. «Cambia la oficina, pero el resto se mantiene», me contaba una noche entre risas antes de soltar una frase lapidaria: «creo que me he contagiado de la provincia, Cádiz está siempre, como yo, en prácticas». Creí haberlo olvidado tras los infames bebedizos con los que celebramos el que fuera sábado y siguiéramos vivos, pero la idea se había plantado en mi interior y ahora, dedo a dedo, germina en este artículo.

Porque aunque él ahora tenga un contrato en consonancia con las canas que ya le apuntan en la barba (temporal, tampoco se crean) la idea de un Cádiz en prácticas regresa intermitentemente a mi cabeza ante determinadas noticias. Por ejemplo, con la que este viernes nos llegó sobre nuevas pruebas del tranvía de la Bahía, esta vez, con un tercer vagón. La obra se asemeja cada vez a esas pesadillas en las que por mucho que se camina no se alcanza el destino. Eso sí, llegaremos a ninguna parte con una maestría propia del más solvente virguero.

El mismo día volvimos a escuchar que se había encontrado la solución contra los dolores de Cabezuela, que ya tendría su ramal ferroviario. Y de nuevo, soluciones y buenas palabras que no alimentan una locomotora que se espera con impaciencia desde hace demasiados años.

La provincia sigue tan en prácticas que han tenido que ser nuestros más veteranos trabajadores, tanto que muchos ya ni curran, los que hayan pegado el puñetazo en la mesa y con gritos, zapatillas y paciencia, hayan llegado a Madrid para exigir medidas para preservar el sistema de pensiones. Ya saben, ven tan despistados a los nuevos que han cogido al jefe por las solapas para que no les tome más el pelo. Es lógico que nuestros mayores estén inquietos. Entre el paro que no termina, las elecciones que no acaban y el conflicto en Cataluña que no se finiquita no saben qué resultará al final. Quizá nosotros, como sociedad, tampoco sabemos exactamente cómo solucionar las cosas y seguimos esperando que venga un veterano a arreglar todo lo que estamos estropeando. Como cuando estábamos de prácticas.

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