OPINIÓN

Bicentenario

Siempre asociaré mis emociones en el Museo del Prado a tía María

Siempre asociaré mis emociones en el Museo del Prado a tía María, esa bella anciana deliciosamente majareta, cuyas pupilas azules parecían ecos del Cantábrico que contempló en su niñez; recordar ahora la palidez de su piel, la finura de sus facciones y la ... seda blanca de su pelo, conduce a pensar en las pinceladas de Vermeer que ella misma trató de explicar a sus rebeldes sobrinos. Tal vez entonces yo hubiese preferido ir a la chopera del Retiro para montar en bicicleta, ahora sé que, gracias a tía María, amo tanto la pintura como detesto la alarmante masificación que contamina la serena grandeza de los museos, confrontación entre la industria del turismo cultural y la protección del patrimonio. Fenómeno que condujo a cerrar el Louvre en medio de una huelga de empleados para protestar ante el aumento del número de visitantes que dificulta su labor, llamando así la atención acerca de la degradación en las condiciones de la pinacoteca.

El Real Museo de Pintura y Escultura, ya más conocido como Museo del Prado, abrió al público en 1819, por iniciativa de María Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII, sin duda monarca déspota e inculto, quien ya se había sublevado contra su padre el rey ilustrado Carlos IV, para liderar luego el bando más reaccionario de la nación (clero y nobleza rural) durante las contiendas civiles que se desencadenan tras la mal llamada Guerra de Independencia. Sin embargo, en el marco de las celebraciones del bicentenario de nuestra mejor pinacoteca, ha tenido lugar una exposición en torno a un cuadro acerca de la ejecución del general José María Torrijos, prestigioso militar liberal, fusilado sin juicio previo por orden del mismísimo Fernando VII en 1831, junto a otros opositores a la tiranía del Rey Felón. El cuadro “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga” (1888) de Antonio Gisbert por encargo del gabinete liberal de Práxedes Mateo Sagasta es la única pintura realizada expresamente con destino al Prado, símbolo a su vez de una reivindicación revolucionaria frente a los excesos de la tiranía fernandina.

En esta muestra 'Una pintura para una nación ', sobre el significativo cuadro, ya intervino Tau Diseño, equipo que ganó en febrero de este año, el concurso internacional de Identidad Corporativa, Gráfica y de Comunicación de las exposiciones temporales y de la colección permanente del Prado. Su director, Emilio Gil Cerracín ingresó el pasado 29 de mayo en la malagueña Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, mediante su discurso “Diseñar con las manos”. He tenido ocasión de hablar con este veterano profesional acerca de sus trabajos que contribuyen a que el Prado sea uno de los museos mejor organizados del mundo, pese a enfrentarse también a desmesuradas afluencias. Comentamos que en el Louvre es preciso hacer cola de casi dos horas para poder estar unos minutos junto a la Gioconda, circunstancia que buena parte de los turistas provechan para hacerse un selfi. Dos muestras muy atractivas prolongan las celebraciones del bicentenario durante este verano. “Fra Angélico y los inicios del Renacimiento en Florencia”, indaga sobre los valores de esta pintura en torno a 1420 y 1430 con más de cuarenta préstamos de Europa y América. “Miradas afines” representa un ambicioso proyecto, que propone una reflexión sobre las tradiciones pictóricas de España y de los Países Bajos. Doscientos años no exentos de vicisitudes, como las descritas por Alberti en su "Noche de Guerra en el Museo del Prado".

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