Opinión

Un punto azul pálido

Las noticias son tan aberrantes que nos llevan a pensar que todo se va a limitar a pequeñas acciones individuales

Antonio Ares

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Aquí el orden de la numeración y los factores no alteró sus destinos. Aquel 5 de septiembre de 1977 Cabo Cañaveral era un bullicio de físicos e ingenieros aeronáuticos. Todo estaba preparado para el lanzamiento. Días antes la misión Voyager 2 había sido un éxito.

Pero las expectativas estaban en la Voyager 1, su puesta en órbita cumplió las esperanzas depositadas en esa nave no tripulada. Llegar a Urano y Neptuno, los confines de nuestro Sistema Solar, era todo un reto para las tecnologías y las ciencias adelantadas de la época. El 14 de julio de 1990, trece años interestelares después, a una distancia de 6.000 millones de kilómetros, la sonda mandó una foto del Planeta Tierra.

Para Carl Sagan un «punto azul casi pálido». Un escenario muy pequeño, casi ridículo, en la vasta arena cósmica. Según los cálculos en 2010 llegó al espacio interestelar, ha cruzado el Heliosheath. Su única carga, un disco de oro con imágenes, sonidos y datos de nuestra humilde humanidad. Mientras tanto, en el 2009, un grupo de científicos acuño el término de Antropoceno, como esa nueva era del planeta en la que la mano del hombre comenzó a impactar decisivamente en el Planeta. Como en el mundo de Luis Cernuda, por un lado la realidad y por otro el deseo.

Una sociedad civil consciente del desastre al que nos enfrentamos y reclamando que algo hay que hacer. Que sabe que estamos ante la última oportunidad. Una comunidad científica a la que no se presta la atención necesaria, y que nos advierte de que posiblemente hayamos traspasado el punto de no retorno. Unos gobiernos que, con reticencias y a regañadientes intentan legislar medidas ecosostenibles. Y por otro lado el Gran Capital de las insaciables empresas que sieguen apostando por los combustibles fósiles, pese a haber alternativas más limpias y cuidadosas con el Planeta.

Las noticias son tan aberrantes que nos llevan a pensar que todo se va a limitar a pequeñas acciones individuales, que en el día a día podemos llevar a cabo para, sino revertir, por lo menos mitigar el cambio climático, y que puede que sólo sirvan para limpiar acomodadas conciencias del primer mundo.

Por un lado vemos un grupo de jóvenes y adolescentes portugueses ha conseguido denunciar ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos a 32 países por su inacción ante el cambio climático por los grandes incendios forestales que afectaron a su país en 2017. Por otro comprobamos que la inversión en proyectos de combustibles fósiles sigue siendo prioritaria para los principales bancos. Cuatrocientos bancos facilitan una aportación billonaria en bonos contaminantes, y Bruselas rebaja las exigencias ambientales a los coches y da dos años de demora para la adaptación a vehículos híbridos y eléctricos. Piensas los necios que su fuente de riqueza es inagotable.

La canción de Macaco 'Diminuto Planeta Azul', dice en una de sus estrofas «dicen las estrellas que los fugaces somos nosotros». Que diminuta sea nuestra ignorancia, que azul sea nuestro destino.

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