OPINIÓN

El triste destino de las guerras

No es posible impedir que las constantes codicias de ajenos a nuestras tierras, nos intenten robar lo que la geografía nos ha regalado

José María Esteban

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Las familias lloraban sin cesar. La pedida de miembros y parientes cercanos era una catarata de sangre mortal imparable, que les cortaba el aliento y la ilusión de vivir. Ninguna madre merece que el fruto de sus entrañas, muera. La naturaleza llama a su progenie ... y es incapaz de escoger o elegir donde nacer y donde vivir. No hay ningún niño capaz de explicar por qué se suceden tantos bombazos, estruendos y fuegos, destruyendo sus casas. Ninguno de ellos entiende las grandes caminatas, buscando entre el polvo y los quemados escombros, un sitio donde descansar y poder comer. Ellos nunca habían pedido venir a estos inhóspitos y peligrosos territorios, ni ser escudos de nadie. Victimas de otras voluntades, sufren lo indecible para perseguir un futuro posible. ¿Cómo entender en este mundo las contradicciones de vida?

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