72 horas

Nadie nos explica cuál es la amenaza y por qué sucede en estos momentos. La población española, tan crédula, mansa y simple, pone las miras en Putin, a quien nos lo han puesto como trapo rojo mientras nos roban a manos llenas, de la misma forma que los de la honradez centenaria sacan al Generalísimo de su tumba cada vez que pillan a uno de los suyos pringado hasta el cuello del útero de su progenitora. Pero lo cierto es que, hasta el momento, el único que se ha pronunciado sobre las armas nucleares y ha amenazado con utilizarlas es Macron.

Es curioso que, cuando comenzó la invasión de Ucrania, toda esta patalea de inútiles burócratas se puso de perfil, a silbar. Propusieron, como medidas de represalia, la expulsión de Rusia de Eurovisión y la financiación -a nuestra costa- de «performances» donde cuatro tarados desnudos gritaban y se retorcían mientras los edificios titilaban de lucecitas azules y amarillas. Han pasado tres años y la guerra (esa de la que se habla mucho pero se muestra poco) sigue igual. Y, de repente, se imbuyen de ardor guerrero, empiezan a inflar los presupuestos y nos exhortan a prepararnos para un ataque. Ojalá solo fuera «algo» lo que no cuadrara.

Ignoro si usted, querido lector, volverá a caer en otro engaño. Tampoco le juzgaré, pero, si decide hacer el panoli, admítame una sugerencia: compre una mochila bien grande y surtida. Porque la reacción más rápida que veremos - tras un ataque o una invasión- será la carrera del Galgo de Paiporta, patabajo, para ponerse a salvo. Pregunten, si no, a los valencianos; y se podrán hacer una idea del nivel de protección que tendremos por parte de «nuestras autoridades» en esas 72 horas...