Opinión
Currículos de mierda
Porque aquí no hace carrera el mejor. Aquí prospera el más rastrero, el más servil, el que aprende a lamer hacia arriba y a pisar hacia abajo
Amigo lector: ya no gobiernan políticos, gobierna gente con título... de mentira. Bienvenidos a la república del cartón-piedra, donde todo es impostado salvo el sueldo.
Doctorados fantasma, másteres regalados, carreras que nadie cursó pero todos presumen. Sus currículos son tan reales como la honradez de sus portadores: puro papel higiénico con membrete. Son licenciados en farfulla, expertos en humo y catedráticos en carencia de vergüenza. Cualquier parecido con el mérito es pura coincidencia.
No es que cuelen un titulito inflado: es que se mean en tu esfuerzo. Tú dejándote las pestañas en carreras y oposiciones y ellos poniendo en Linkedin que estudiaron en Oxford mientras se ponían tibios en la zona VIP del festival de música del pueblo, siempre acompañados por su corte de lamebotas pugnando por limpiarle la posadera.
Y cuando se descubre el pastel —que ni siquiera se molestan en ocultar bien—, nada. Ni una dimisión, ni un sonrojo. Solo declaraciones huecas, portavoces balbuceando y tertulianos justificando «el contexto». El único contexto es que esto es un gigante chiringuito para inútiles con padrino.
Porque aquí no hace carrera el mejor. Aquí prospera el más rastrero, el más servil, el que aprende a lamer hacia arriba y a pisar hacia abajo. ¿Estudios? ¿Formación? No hombre, eso es de pringados. Lo importante es figurar, cobrar y que no se te derrame ni una gota de lo que te caiga. Que te lo tragues, vamos.
Da igual el partido. Son todos la misma plaga con distinto logo: derechas de despacho, izquierdas de panfleto y nacionalistas de parvulario. Ladrones del mérito ajeno, expertos en la nada, señoritos del presupuesto. Una casta mugrienta que no sabe hacer la «o» con un canuto… pero dirige tu vida.
Así que no, no se merecen tu respeto. Se merecen tu desprecio, tu burla y tu furia. Porque lo que nos están robando no es solo dinero: es la dignidad.
Llegará el día, amigo lector, en que no quede miedo. Y entonces ya no bastarán ni los escoltas. Volveré en septiembre. Quizá con antorchas.
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