OPINIÓN

La Plaza de las no Flores

Hoy ya solo quedan dos puestos, el resto están cerrados; como llevan años, aunque ahora la gente se fije en la suciedad acumulada en su interior

Javier Fornell

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Cádiz lleva demasiado tiempo en decadencia, perdiendo su esencia en un maremágnum de turistas, cruceristas, erasmus y otros seres de paso. Poco a poco, los negocios tradicionales han ido dejando paso a las franquicias, y los ultramarinos de toda la vida se llena de guashisnais sacándose fotos o, peor, acaban convertidos en un poke take away. Y mientras que los políticos se tiran piedras por la regulación o no de las VFT (viviendas de fines turísticos), la ciudad deja de ser Cádiz.

Pero no es algo nuevo. Es algo que viene de lejos. Aun recuerdo cuando llegabas a la Plaza de las Flores y te encontrabas el Andalucía con los viejos del lugar (mi abuelo, por ejemplo, y sus amigos eran asiduos de la ventana más cercana al Nino's). O cuando en la plaza aun había locales tradicionales: su tienda de ropa (hoy convertida en Decathlon), su papelería (con sus interminables estantes en los que había de todo y una gran colección de puzzles) que hoy es una tienda para turistas. Con el tiempo, también llegaron los puestos de flores, esos que son relativamente modernos, pero que creaban una imagen idílica en la ciudad.

Hoy ya solo quedan dos puestos, el resto están cerrados; como llevan años, aunque ahora la gente se fije (lo que tiene cambiar de tinte el Ayuntamiento) en la suciedad acumulada en su interior. Convertida casi sin quererlo en un símbolo de la decadencia de una ciudad que no termina de morir ya que es fuerte, maleable y resistente. Y, como la plaza, tiene fases en la que marchita y en primavera parece resurgir.

La plaza de las Flores es uno de los corazones de Cádiz. Un rincón que late en Carnaval, pero también en el día a día, gracias a la vida que aporta un mercado vivo y activo. Pero también es una zona que se masifica, que es frecuentada por los cientos de grupos que visitan la ciudad. Un rincón que los guías conocemos de sobra y un espacio en el que, cada vez que paso, se me rompe el corazón viendo como muere el alma de Cádiz.

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