OPINIÓN
La incompetencia
Ese es el mayor problema de esta provincia para crecer: la incapacidad manifiesta de hacer lo más sencillo
Podríamos ser la mayor potencia del mundo. Lo tenemos todo: el clima, la situación geoestratégica entre dos mares y dos continentes, el «caladero» laboral en un país dónde aquellos que quieren formarse pueden, y tenemos los recursos naturales de un campo que es fértil hasta ... sin querer, pero topamos con la incompetencia. Ese es el mayor problema de esta provincia para crecer: la incapacidad manifiesta de hacer lo más sencillo.
Desgraciadamente es algo que veo a diario: en el funcionariado y en la empresa privada. Las cosas simples se entrelazan para convertir lo más sencillo en un acto casi inalcanzable. Eso hace que nos paremos, que dejemos de avanzar ya que vivimos en una provincia en la que parece que prima la mediocridad por encima de los méritos. Y eso es terrible.
Terrible ya que los proyectos se atascan y se paran; a veces al no saber hacerlos; otras, al plagiar ideas que luego no se es capaz de plasmar en la realidad (es lo que tiene vivir de los méritos de terceros). Otras, las más, simplemente, por dejadez. Esa dejadez que hace que tengamos fama de vagos, de malos profesionales y de incompetentes. Y ¡ojo! es que muchas veces lo somos.
Me gustaría decir que no lo veo en mi entorno, pero lo sufro casi a diario. Lo veo a diario. Una incompetencia manifiesta en una sociedad de Tiktoks y clicks rápidos en los que la profesionalidad comienza a brillar por su ausencia. Y cuando la profesionalidad desparece cualquier ventaja «natural» que tengamos también desaparece y se convierte en un hándicap.
Un hándicap que muchas veces se me antoja insalvable, sobre todo cuando veo como los mediocres, arribistas y trepadores profesionales continúan aferrados a sus puestos sin importar la capacidad de trabajo que puedan tener. Creo que eso es el mal del funcionariado (que no del funcionario); el «no importa lo que haga o deje de hacer, que nada ni nadie me va a quitar mi paga». Algo que se ve en la política, en la empresa pública y en la privada. Un mal que arrastramos y que hace que todo se paralice más que la obra de la Catedral. Aunque, quizá, es que siempre hemos sido así.