OPINIÓN
La edad dorada del tren
Solo hizo falta un cambio: la llegada de Pedro Sánchez y los suyos al gobierno conllevo el inicio del fin. Hoy en día Adif y Renfe son una caricatura de lo que fue
Decían que vivíamos la mejor época para los trenes españoles. En momento dulce que nos convertía en 2018 en una de las redes ferroviarias más puntuales del mundo. Un reloj suizo que funcionaba a la perfección y que no fallaba casi nunca. La alta velocidad ... se extendía por nuestra piel de toro como una suerte de red neurológica que unía puntos completamente separados.
Pero, como toda edad dorada, le llegó la crisis. Solo hizo falta un cambio: la llegada de Pedro Sánchez y los suyos al gobierno conllevo el inicio del fin. Hoy en día Adif y Renfe son una caricatura de lo que fue. Y lo es a pesar de un personal que se desvive y que ya no puede más con los retrasos, con las cancelaciones. Da igual en qué lugar de España te encuentres, si pasas por una estación la conversación gira sobre Óscar Puente y las colocadas de Ábalos, Koldo, Cerdán o Pardo de Vera. Cuando el nepotismo sanchismo alcanzó el poder, el país se paró.
Lo vivimos ahora en Cádiz, cuando día sí y día también, los Alvia acumulan retrasos y retrasos. La semana pasada, a la hora que usted lee esto con el desayuno, ya llevaba 100 minutos de retraso en un tren que debía habar salido a las 7 am y que no arrancaba casi hasta las 8:30. Por suerte, nuestro problema es tan global, que mi segundo tren llegó a la estación con más de una hora de retraso, lo que me permitió cogerlo. Suerte por una vez.
Ayer mismo, los retrasos se reproducían y el Alvia de primera hora de Cádiz a Madrid volvía a acumular retrasos. Quizá, lo que haya, es que Renfe desee acabar con esos trenes. Quizá lo que busque es crear un caos en Madrid que termine afectando a su archienemiga Ayuso. O, tal vez, simplemente, es el resultado de usar el amiguismo en vez de la formación y la capacitación para elegir a los cargos de responsabilidad.
Sea como sea, Cádiz se aísla una vez más. Sitiados por un país que se desangra entre corrupción y corruptelas y en el que la inoperancia parece ser la principal característica para definirnos como Estado.
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