opinión
Decisiones de éxito
Quizá, simplemente, llevemos años de crisis económica que ha terminado por volverse existencial
Llega un momento de la vida en la que uno se replantea la existencia. Quizá se deba a la cercanía del medio siglo de edad o, simplemente, a que el tiempo va haciendo mella en las sensaciones. Este tiempo loco que nos rodea en el ... que parece que esperemos la nueva llegada del fin del mundo. Un tiempo en el que nada es lo debiera ser y en el que el pesimismo muchas veces gana terreno. Quizá, simplemente, llevemos años de crisis económica que ha terminado por volverse existencial.
Por eso, en los últimos tiempos he decidido que ha llegado el momento de disfrutar cada instante que te da la vida. De dejarme de guerras absurdas, de peleas por cuestiones peregrinas que rara vez tienen solución inminente. He decidido aplicar la ley de los 3 minutos a cada minuto y problema. Ya saben, si en 3 minutos no puedo resolver el problema ni se va a producir su consecuencia, ya me preocuparé más adelante. Solo así he conseguido alcanzar paz mental y mostrar resiliencia (eso me han dicho esta semana) ante los problemas que me rodean.
Pero, ¿saben lo más interesante? Desde que he tomado esa decisión he vuelto a ser yo. Dicharachero, sonriente y bromista. El yo que siempre fui, el que se reía de sí mismo gritando «he pua malik» (cerdo feliz en la lengua de Tokelau, bromas de la infancia). El que ha decidido que los imprescindibles no son tantos como aparentan y que aquellos a los que debes esforzarte por mantener en tu vida, simplemente, no deben estar en ella.
He limpiado mi vida de morralla; he apartado a quien nada aporta. He enfocado mi día a día en mi pareja, mi familia, los amigos que son hermanos y el trabajo. En ese orden, y he ganado la batalla más crucial: la alegría de vivir.
Esa es la batalla que todos debemos luchar: la que nos lleve a alcanzar nuestro éxito personal. Un éxito que solo cada uno de nosotros sabe qué conlleva. En mi caso no es la fama ni el dinero, mi verdadero triunfo es saber que quienes me importan están bien, me quieren y tengo la suerte de poder seguir abrazándolos.