Opinión

Un año después de la dana

Siguen abandonados de la mano gubernamental, con ayudas que no llegan (cuando no se han perdido entre estafadores que se aprovecharon del dolor) y con un grito unánime: «Mazón dimisión»

Se cumple un año justo de una de esas noches que nadie olvida. Creo que todos tenemos fechas marcadas en nuestro calendario personal: la muerte de Miguel Ángel Blanco, el 11S y el 11M, por ejemplo. Y la DANA se ha unido a esas fechas ... macabras que se nos pegan al alma. Las imágenes, los sonidos, los audios mandados a las familias para despedirse de los seres queridos se unían a las salvaciones milagrosas en una tarde noche que nos tuvo pegados al televisor rezando por nuestros vecinos.

Esos vecinos que, al día siguiente (la mañana de hace justo un año) se levantaban entre barro y llantos. Abandonados por los gobiernos autonómicos y nacional hasta el punto de que el pueblo se alzó para salvar al pueblo. Aquel lema que llevó a miles de voluntarios hasta Valencia, para arrancar el barro con las manos, cargados de alimentos y ropas para ayudar a todos aquellos que lo habían perdido todo, hasta la vida.

Un año después, las cosas han cambiado, pero todo sigue igual. Siguen abandonados de la mano gubernamental, con ayudas que no llegan (cuando no se han perdido entre estafadores que se aprovecharon del dolor) y con un grito unánime en el que no hay color político: «Mazón dimisión». Un Mazón que debió abandonar el cargo el mismo día, al mostrar su falta de compromiso. Es imposible que nadie pudiera llegar hasta él para sacarlo de su madriguera y contarle lo que pasaba. Es impensable que, después de demostrar su incapacidad manifiesta, siga aferrado al poder.

Un año después, la situación sigue siendo dantesca. El dolor sigue vivo, un recuerdo brutal que se mantiene entre el fango, con los ojos puestos al cielo cada vez que llueve un poco. Fue un día terrorífico que debería haber servido para cambiar muchas cosas en nuestro país: la urbanización de zonas inundables; las alertas meteorológicas (que ahora nos llegan al móvil); la actuación inmediata de los cuerpos de seguridad.

Un año después, todavía queda mucho lodo por barrer y mucho dolor por llorar.

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