OPINIÓN
Adiós, Zornoza
Rezo para que este obispo deje por fin la sede gaditana y tengamos pronto savia nueva en la calle Hospital de Mujeres
No haré leña del árbol caído ni diré lo que pienso de la persona de Rafael Zornoza, pues es de sobra conocido y se lo dije rectamente a él hace ya años. Más allá de que el caso que ahora salta al papel sea cierto ... o no (en eso no entro mientras la justicia no se defina) sí que rezo para que este obispo deje por fin la sede gaditana y tengamos pronto savia nueva en la calle Hospital de Mujeres. Un nuevo pastor que recupere el valor social de esta diócesis. Que le devuelva el espíritu cristiano que tuvo con don Antonio Ceballos.
La Iglesia de Cádiz era social —roja, si se quiere—, con sacerdotes dedicados de verdad a los demás. Una Iglesia que tenía su punta de lanza en el Madrugador, en Tartesos, en los centros de acogida a migrantes de Algeciras y que ha visto en estos años de Zornoza como iba perdiendo su labor para centrarse en la gestión. Diócesis de Cádiz SL, un negocio redondo llevado con mano férrea por Zornoza y el ex ecónomo Antonio Diufaín.
La llegada de la pareja conllevó la separación y marginación de muchos sacerdotes que no comulgaban con esa nueva visión eclesiástica. Pero también de muchos cristianos de a pie que no entraban en los cánones sociales del obispo. Un obispo que nunca entendió a dónde venía; que no entendió que esta diócesis y esta provincia tiene que volcarse a lo social. Que la única forma de seguir los pasos de Cristo es descalzarse y caminar de la mano de los necesitados.
Y en Cádiz, de necesidad sabemos mucho. Somos la puerta de África, la orilla de la mayor fosa común del mundo. La mano tendida al vecino del Sur. Cádiz y Ceuta es una diócesis a caballo entre Europa y África. En la que las religiones se entremezclan y en la que nunca se olvidó que Dios es Padre de todos.
Zornoza lo olvidó. Creo y dirigió una empresa más preocupada en las finanzas que en las personas. Esperemos que la Conferencia Episcopal esté inspirada en esta ocasión y que nuestra iglesia cercana vuelva a ser lo que siempre debió ser: el reflejo de Cristo y no de Trump.
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