SIN ACRITUD
Los veranos vividos
Una de las grandes obligaciones de los adultos es proporcionar a niños y adolescentes las herramientas para disfrutar una infancia plena
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Iniciar sesiónCarpetazo a otro agosto. A otro verano. Cuando removemos el cofre de la memoria en busca de alegría, siempre volvemos a los veranos. A los agostos que nos llenaron de dicha y que nunca volverán. Vividos con una intensidad plena. Etapas que nos hicieron ser ... lo que somos. Sentir la vida en todo su esplendor. En su pureza. La dicha completa. Despreocupada. Inocente. Mi infancia son agostos en Cádiz y mi adolescencia veranos en El Puerto. La playa de Cortadura, infinita. Las bicicletas, las canicas. Los bocadillos lanzados desde el balcón al patio en una bolsa para merendar. Los partidos de fútbol por las tardes. Si tengo que elegir un olor que me provoque la sensación más parecida a la felicidad, es sin duda el del césped húmedo recién cortado una mañana de verano. Inmediatamente me transporta a esos meses de hace ya demasiados años de las pandillas de amigos. De los amores inocentes. De los cosquilleos en el estómago.
Cuando un mes de agosto llega a su fin se lleva con él un trocito de nuestra vida. De nuestra pureza. Mirar atrás provoca nostalgia, a menudo tristeza. Pero también nos recuerda lo que una vez fuimos. Lo que aspiramos a seguir siendo. Y lo que vivimos. Esos momentos que nos colmaban de felicidad sin siquiera ser conscientes de ello. Con algunos de los que ya no están, pero que seguirán eternamente en nuestra memoria.
Si alguna obligación tenemos los adultos es proporcionar a los más pequeños las herramientas para que puedan disfrutar de una infancia que sea la base sobre la que construir el resto de su vida. Nosotros aquí en Cádiz, en España, podemos hacerlo. Y lo hacemos razonablemente bien, cada cual en la medida de sus posibilidades. Tenemos esa suerte. Pero apenas 15 kilómetros más al sur -distancia menor que la que separa Cádiz de El Puerto-, en África, hay padres que no. Madres cuya única opción es pagar miles de euros a las mafias y meter a sus hijos en una patera a jugarse la vida por un futuro mejor. Y cuando llegan el Gobierno los desprecia, los trata como moneda de cambio para sus intereses. Me pregunto qué tipo de infancia tuvieron esos políticos para tener el alma tan podrida.
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