OPINIÓN

Pablo Grosso, buena gente

Todo el mundo le define como referente empresarial, innovador, trabajador... y lo era. Pero sobre todo era una gran persona

Ignacio Moreno Bustamante

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Trabajador incansable, referente, emprendedor, gran profesional, innovador, ejemplar... Estos y muchos más calificativos los han repetido cientos de gaditanos nada más recibir el mazazo de la repentina muerte de Pablo Grosso. Porque Pablo era todo eso, sin la menor duda. Pero sobre todo tenía una cualidad que sobresalía por encima de las demás, que le definía como persona antes que como profesional de la restauración: era buena gente, como decimos en Cádiz. Muy buena gente. Una excelente persona que nunca dudaba en ayudar, en ponerse al servicio de los demás cuando se lo requerían. De brindar su experiencia a los que empezaban. De colaborar con otros empresarios a los que, lejos de verlos como competencia, los veía como aliados. Como socios en la dura tarea de convertir a Cádiz en un referente de la buena mesa a nivel nacional. Y lo consiguió a base de trabajo, de esfuerzo, de horas y horas en sus distintos establecimientos. Detrás de la barra, predicando con el ejemplo. Supervisando hasta el último detalle. Lo mismo se le podía ver en Cádiz que al otro lado del puente, en El Puerto controlando un evento en The Cabin. La gaditana calle Plocia, históricamente relacionada con historias de gentes del mar que no siempre llevaban una buena vida, es hoy una de las más señeras de la capital. Y lo es en buena parte gracias a su excelente trabajo, junto a su socio Edu, en El Aljibe o en Antipoda. Ellos y unos cuantos hosteleros más han logrado convertir la trasera del Palacio de Congresos en uno de los lugares más idílicos de la ciudad. Gaditanos que de verdad hacen 'marca Cádiz'. Al frente de ellos, como pionero, siempre estuvo Pablo. Con su rictus serio y su humor socarrón. Con su entrega absoluta. Personal y profesional.

A nivel personal podría contar numerosas anécdotas, detalles, que servirían para corroborar todo esto. Me los guardaré porque todo aquel que le conoció sabe cómo era y cómo trabajaba. Sabe que con Pablo se podía contar, que no te iba a fallar. Empezó de cero, sin apenas experiencia y sin más aval que su amor por la cocina. Sirviendo cenas a amigos y familiares. En muy poco tiempo se convirtió en uno de los empresarios más reputados de la provincia. Son incontables las personas que se han puesto en sus manos a lo largo de los años para confiarle sus mejores momentos: desde una boda a la comunión o los bautizos de sus hijos. Y también empresas a las que ofrecía sus servicios de cátering. Era, además, y a modo de anécdota, un excelente meteorólogo. Tantos años organizando eventos, decidiendo si 'dentro o fuera', le sirvieron para desarrollar un increíble ojo clínico a la hora de saber si ese día llovería o no. «Nada, no te preocupes. Unas gotitas a primera hora, pero a mediodía abre», me dijo una vez al mostrarle mi inquietud de cara a un importante evento familiar. Lo clavó.

Triste semana esta para Cádiz. Hace solo unos días nos dejó el primer alcalde de la democracia, Carlos Díaz. Otra gran persona que derrochaba bonhomía, afabilidad. Ahora lo hace Pablo Grosso. De manera inesperada. Dolorosa. En ambos casos, a sus amigos y familiares les quedará el consuelo del gran legado que dejan. Como profesionales y como personas. Ambos eran muy buena gente. Y no hay mejor definición que esa. Descansen en paz.

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