Estadio Carranza
Ha llegado el momento de devolver a nuestro estadio su verdadero nombre
Dice el himno oficial del Trofeo Carranza que lo que se juega esta noche en Cádiz es «orgullo nacional, la copa universal, gloria del pueblo español para contento y recreo de nuestro fútbol mundial». Todo eso dice. Y añade también que el Trofeo Carranza es «de Cádiz su esplendor que por el mundo alegre avanza con gaditano sabor». Y si le sumamos lo que predica el himno oficioso que compuso nada más y nada menos que Paco Alba, se nos hincha nuestro amarillo pecho hasta límites insospechados. Escribía el maestro del Carnaval, desde su Conil natal, que «son tan amables los gaditanos, y su clima y su ambiente tan colosal, que el forastero sabe ya de antemano que el que viene al Trofeo lo pasa juncal». Juncal, hermosa palabra. Lástima que esté en desuso. No sé si el Cádiz–Lecce de esta noche se ajusta mucho a estas antiguas letrillas. En Cádiz somos muy dados a la nostalgia, a aferrarnos a nuestras tradiciones por más que hayan quedado del todo obsoletas. Pero son las nuestras y hemos de ensalzarlas y mantenerlas vivas. Que sí, que el Trofeo es pura decadencia y se ha convertido en un simple partido más de pretemporada. Lo sabemos. Lo único esplendoroso de verdad es la copa que se le entrega al ganador, realmente hermosa. El parecido con el resto de lo que rodea a este antaño torneo cuadrangular, es pura casualidad. Ni siquiera cierra el verano en Cádiz, al adelantarse el inicio de la Liga. Pero es nuestro Trofeo. El nuestro. El de todos los gaditanos. El que en su momento disputaron Cruyff, Pelé, Di Stefano y todas las estrellas del fútbol mundial. Nuestro orgullo, aunque quien esta noche pise el césped del estadio sea el Lecce, decimosexto clasificado del devaluado Calcio italiano.
Personalmente hace años que no asisto a un partido del Trofeo Carranza. No me interesa desde el punto de vista estrictamente deportivo. Es más, considero que distorsiona la realidad de lo que es el equipo. Toda esa historia de que si el Cádiz gana luego hace una mala temporada y viceversa. Igual que ese otro mito de que nunca ganamos en domingo de Carnaval. Paparruchas. Supersticiones. El Trofeo como fiesta, como evento veraniego, bien. Muy bien. Deportivamente, intrascendente. Lo que no me pierdo desde hace décadas es un partido oficial en casa. De jovencito como abonado de Fondo Norte, después como redactor deportivo, y en los últimos años como abonado de Tribuna. En Tribuna, ya ve. Señorito que es uno.
Para mí, y para la inmensa mayoría de cadistas, el momento de la verdad es el próximo lunes, 14 de agosto, a las 19.30 horas frente al Alavés. A ver si para entonces ha llegado un delantero de garantías que se convierta en el gran referente de un equipo bastante bien armado en el resto de líneas habida cuenta de nuestras limitaciones económicas con respecto al resto de clubes de Primera. Este año, a poco que tengamos un comienzo mejor que el de la temporada pasada, que no nos birlen puntos con penaltis extraños en descuentos injustificados o desafortunadas decisiones del VAR –unidos a ese delantero que debe llegar– puede ser un gran año.
Estamos en disposición de soñar y eso no nos lo va a robar nadie. Y puestos a soñar yo sueño también con que hoy, aprovechando la disputa del Trofeo Carranza, el presidente Manuel Vizcaíno y el alcalde Bruno García, anuncien que esa tontería de llamar a nuestro estadio Nuevo Mirandilla es historia. Que las decisiones populistas y nacidas del rencor y el revanchismo nunca fueron buenas. Y que el Trofeo Carranza, orgullo nacional, se disputa en el Estadio Carranza. Aunque sea así, a secas, sin el 'Ramón de', para no incumplir ninguna ley, por sectaria que sea. Para que este año vivamos el mejor año deportivo de nuestra vida desde cada rincón, cada escalón de nuestro Carranza. Orgullo de los gaditanos.
