SIN ACRITUD
El discurso antiodio
El mundo llora a Jose Mujica, sin duda un referente moral al que admirar y cuyo legado deberían repasar aquellos que enarbolan la bandera de la izquierda pero no la honran

Ha muerto José Mujica y el mundo le llora. Hacemos bien en llorarle porque es sin duda un referente mundial en muchas cosas. En ética, en moral, en coherencia consigo mismo, en bondad... Pepe Mujica es un símbolo político de la izquierda real, pura. Una izquierda idealista si quiere, con la que no estar de acuerdo en muchas cosas, pero que sin duda es más que necesaria. El ex presidente de Uruguay fue la personificación de todo lo bueno que tiene la filosofía estoicista. Así es cómo él mismo se definía y se consideraba. Un estoico. Un hombre que iba mucho más allá del marxismo o de cualquier otra corriente de izquierdismo radical. Su objetivo era vivir de la manera más humilde posible y así lo predicaba. 14 años en cárceles inmundas le ayudaron a confirmar lo que él ya tenía más que interiorizado, que la única forma de ser feliz es vivir con poco. Con muy poco. Los gaditanos tuvimos la suerte de que nos visitara hace ahora doce años, con motivo del Premio Libertad Cortes de Cádiz que le concedió el Ayuntamiento con motivo del Bicentenario de la Constitución. Aquel sencillo acto celebrado en la Casa de Iberoamérica es de los que a uno se le quedan grabados en la mente y sobre todo en el corazón. Todo un ex presidente de Gobierno, un hombre internacionalmente conocido y reconocido, relató parte de su vida destilando humildad y bonhomía en cada una de sus palabras. En cada uno de sus gestos. Contó sus años en la cárcel, sus deseos de construir un mundo, una humanidad mejor. Elogió a España, a Cádiz y a su entonces alcaldesa Teófila Martínez, que fue quien le otorgó el galardón. Y ese hecho, que en aquel momento a todos nos pareció de la mayor naturalidad, con el paso de los años ha cobrado una importancia destacable. Un gobierno –local– de un partido de derechas otorgando un premio a un político en sus antípodas políticas. Visto desde hoy, con la polarización en la que andamos sumidos, parece un hecho inaudito. Y lo es porque precisamente los que más golpes de pecho se dan proclamando las virtudes de Mujica son en realidad los que menos honor hacen a su legado. Los que manchan su nombre. Aquellos políticos de tres al cuarto que bien podríamos representar en la figura de Pablo Iglesias, a nivel nacional, o de Kichi si hablamos de las cosas de andar por casa. De hecho, el ex alcalde de Cádiz, una de las primeras cosas que hizo cuando llegó a San Juan de Dios, apenas dos años después de aquel homenaje a Mujica, fue cargarse el Premio Libertad Cortes de Cádiz. Un reconocimiento que nació para acabar con esa división, con ese odio irracional a los que piensan distinto.
Precisamente, uno de las grandes reflexiones que el ex presidente uruguayo fue acerca del odio. «No acompaño el camino del odio, ni aun hacia aquellos que tuvieron bajezas sobre nosotros. El odio no construye». Esta frase la han tirado por tierra todos esos que se dan golpes de pecho y reparten moralina y buenismo ridículo.
En los últimos años son demasiados los que han querido «revolucionar» nuestras vidas con sus discursos radicales. Afortunadamente casi todos están ya 'desactivados', pero el daño que han hecho –la ley del sí es sí, por ejemplo– ha sido importante.
Ha muerto José Mujica y el mundo le llora. Hacemos bien en llorarle. Y en honrarle. De verdad, tratando de aplicar en la medida de nuestras posibilidades los principios que rigieron su vida. Y la única forma de hacerlo es individualmente, mirando en nuestro interior y siendo honestos con nosotros mismos. No como los que simplemente le utilizan como bandera pero luego nunca practican lo que él predicaba. Esos a los que él mismo se refería con otra sentencia para la posteridad: «Y como fui presidente vienen acá y ven esta casita y me admiran. Pero no me siguen ni en pedo».