Sin acritud

Días de vinos y rosas

El ministro Ábalos reclamaba en Cádiz «igualdad real, empoderamiento y seguridad para todas las mujeres» al mismo tiempo que enchufaba y ponía un piso a Jésica

Ignacio Moreno Bustamante

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Cádiz, 8 de marzo de 2019. Día de la Mujer. Un sol radiante ilumina una multitudinaria y muy colorida manifestación en defensa del feminismo. Predomina el morado, cómo no, pero hay muchos más tonos en las ropas y las pelucas de los asistentes. Incluso en sus caras, con muchos coloretes pintados. No en balde, además del 8M, es viernes de Carnaval. Al frente de la marcha numerosos colectivos. Y algo más atrás, dirigentes políticos de la ciudad, en aquel momento gobernada por Kichi. En medio de la agrupación socialista, junto a su entonces cabeza visible municipal –Fran González– camina el mismísimo ministro de Fomento Ábalos, don José Luis. Eran días de vino y rosas para él. Y de prostitutas también, aunque entonces aún no lo sabíamos. El flamante número dos del Gobierno y del PSOE de Sánchez regala sonrisas, besos y se hace fotos con todo el que se lo pide. Y por supuesto reparte moralina. «Esta movilización es muy importante. Tenemos muchas razones para reivindicar más derechos y más igualdad», afirmaba ufano. Y asentía complacido cuando el hoy delegado especial de la Zona Franca aseguraba que aquel era «un día histórico en el que reivindicamos igualdad real, empoderamiento económico y laboral, y seguridad para todas las mujeres. Llenamos las calles reclamando justicia».

Ya por aquel entonces, o poco más tarde, mientras exigía derechos, igualdad, empoderamiento y seguridad para todas las mujeres, José Luis Ábalos enchufaba en empresas públicas a prostitutas. Y les ponía pisos de lujo en Madrid también. Y veraneaba en mansiones imponentes en Sotogrande. Ya después, cuando se desató la pandemia, cobraba mordidas por todo lo 'mordible': mascarillas, rescates de empresas... lo que hiciera falta. El mismo Ábalos que, pocos meses antes, había encabezado la moción de censura contra Mariano Rajoy erigiéndose en adalid de la lucha contra la corrupción con frases que también pasarán a la posteridad como «los españoles no podemos tolerar la corrupción como algo normal» o «nosotros no tenemos ningún cargo público al que haya que decirle que se vaya. Tenemos un código ético».

Todo eso, y más, decía hace seis años un flamante ministro de Fomento y número dos del PSOE al que todos reían las gracias. Con el que todos se querían fotografiar. Y al que todos hoy repudian. Pero del que muchos sabían de sus andanzas. Tanto sabían que le echaron del Consejo de Ministros y hasta del partido. Pero no explican por qué. Callan como calla Jessica. Cádiz, o el Parador de Teruel, han sido testigos de algunas de las más vergonzosas pillerías del exministro todopoderoso. Él cayó. Por lo burdo de su proceder era una simple cuestión de tiempo y de dejar trabajar a la UCO. Ahora toca ver si caen también todos los implicados en los casos que acechan al mismísimo presidente, con su hermano y su esposa en el ojo del huracán. Será un espectáculo, como el que estamos viviendo con Ábalos, don José Luis.

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