Cádiz, ciudad de perros

El Ayuntamiento debe tomar decisiones con respecto a la suciedad que generan los perros: es un problema de imagen y de salubridad

Ignacio Moreno Bustamante

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Las páginas de la historia están llenas de pasajes protagonizados por grandes perros de toda raza y pelaje que fueron el orgullo de sus dueños y de toda la sociedad. Grandes perros y sobre todo perros grandes, que a los pequeñitos tipo Yorkshire no se les conoce ninguna gesta digna de especial mención, salvo aquel 'affaire' nunca aclarado de Ricky Martin con el suyo y la mermelada. De perras también se ha escrito muchísimo, por supuesto. En cuestión animal no tenemos problemas de género. 'Laika' fue el primer ser vivo que orbitó fuera de la tierra, aunque la pobre se achicharró en aquella nave espacial rusa. Daños colaterales de la carrera por la conquista del espacio en el siglo XX. También está Barry, un San Bernardo especialista en rescatar montañeros en Suiza. A más de 40 personas dicen que salvó. Y los perros de Amundsen, sin los cuales el explorador noruego jamás habría llegado al Polo Sur. No debemos olvidar a los perros que ayudan a las fuerzas de seguridad a localizar alijos de droga. Ni por supuesto a los especialistas en encontrar seres humanos bajo los escombros cuando ocurre una desgracia natural. También hay canes famosos por ser estrellas de la tele, como 'Rin Tin Tin' o 'Lassie'. Y en el mundo de la ficción animada la lista es interminable: 'Scooby Doo', 'Pluto', 'D'Artacán', 'Snoopy', 'Goofy' y muchos otros que eran inseparables de sus dueños, como 'Milú' y Tintín, 'Ideafix' y Obelix o 'Niebla' y el abuelo de Heidi. Infinidad, ya les digo. Los gaditanos tenemos nuestra propia historia perruna que nos llena de orgullo, satisfacción y hasta emoción. Ya saben, aquel 'Canelo' que se tiró años en la puerta del Hospital Puerta del Mar esperando a que saliera su dueño. Nunca salió, obviamente. Y allí anduvo 'Canelo' merodeando hasta que un coche lo atropelló mientras daba un paseo por la zona para que la espera se hiciera más llevadera. Una placa le pusieron en la calle lateral al hospital.

El perro es, ya lo dijo alguien, el mejor amigo del hombre. Hacen compañía, son fieles, inteligentes, muchos hasta divertidos. Sólo tienen un pequeño 'defecto'. Y es que defecan y orinan donde les pille. O donde les dejen sus dueños. Y eso, en una ciudad como Cádiz, en la que ya sabemos que hay más perros que niños, es un problema. Muy grave. Porque esos dueños les enseñan con verdadero ahínco a no hacer sus necesidades en el suelo de la cocina ni a mear en la pata de la mesa del salón. Por lo visto entienden que para eso está la calle, que no es de nadie. Ahí campan a sus anchas. Varias veces al día. Miles de perros. Más de 28.000. Eso significa, como poco, 55.000 excrementos diarios. Es cierto que el tema deposiciones está medianamente controlado. La mayoría de la gente baja a la calle con su correspondiente bolsita y las recoge. De todos modos, cuando pasee vaya usted mirando al suelo por si acaso, que aún queda bastante incívico suelto. El gran problema es el de la orina perruna. 55.000 meadas diarias en nuestras esquinas, columnas, semáforos, farolas, árboles, jardines o donde les pille, son muchas meadas. Y ahora en verano aún más, con tanto turista que viaja con mascota. A eso añádale el calor... Un problema que se está convirtiendo en uno de los más graves a los que se enfrenta la ciudad desde el punto de vista urbanístico. Y de salubridad. Contra eso no hay plan de choque de limpieza que pueda. No pudo Kichi -tampoco hay constancia de que pusiera mucho empeño en la labor- y muy difícil lo va a tener Bruno. Pero algo tiene que hacer el Ayuntamiento. No puede confiarlo todo a un chorro de una botellita con mucha agua y apenas jabón. Eso no sirve absolutamente para nada. Y las calles están que dan asco, con enormes manchas oscuras en absolutamente todas las calles. La solución, como todo en la vida, pasa por la educación. Por la concienciación de todos y cada uno de los propietarios caninos de que deben limpiar exactamente con la misma fruición y empeño con la que lo harían si su amigo y compañero hubiese orinado en la falda de su mesa camilla. Pero por desgracia eso es insuficiente. Ya sé que este tema es recurrente y tanto un servidor como otros antes lo hemos denunciado en distintas ocasiones. Pero hay que tomar decisiones. La solución a corto plazo está clara: multas. A todo aquel que no deje impoluta la esquina en la que ha evacuado 'Toby', multazo gordo. Tanto como el mojón que dejaron ayer plantado justo en la puerta de mi portal. Y que el dueño del chucho no recogió. El hijo de perra.

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