OPINIÓN

Las tardes a la fresquita

Mucha suerte a la iniciativa de Algar y no solo para que la UNESCO la acepte sino, sobre todo, para que seamos capaces de mantener al menos algunas de las antiguas y buenas costumbres

Felicidad Rodríguez

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En los pueblos blancos todavía quedan personas que se sientan a la fresquita para hablar de lo divino y de lo humano, de las vicisitudes del día, de las novedades del pueblo, de sus preocupaciones o alegrías cotidianas o, incluso, para comentar los chismes de ... los personajes que ahora son famosillos por exhibir sus cuitas en televisión. La realidad es que cada vez son menos los que sacan sus sillas de enea, o de plástico, a las puertas de sus casas para hablar con los vecinos y seguir así con una costumbre heredada de padres y abuelos, de cuando aún no había televisión, la prensa escrita llegaba con dificultad y nadie imaginaba que algún día habría algo llamado «internet».

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