OPINIÓN

Pedir disculpas

Y es que pedir disculpas no siempre es una demostración de buena educación. Incluso, en ocasiones, el pedirlas se convierte en un insulto a la inteligencia de aquellos a los que se pide

Felicidad Rodríguez

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Seguro que cualquiera de nosotros ha experimentado una cierta sensación de frustración y hartazgo cuando, ante un determinado problema, ha intentado contactar con la compañía, empresa o servicio del que se trate y se encuentra con una voz grabada diciéndole: «Disculpe, pero todas nuestras líneas ... están ocupadas; inténtelo de nuevo más tarde» y uno vuelve a intentarlo una y otra vez hasta que, impotente, termina desistiendo. Y lo más enervante de todo ello es esa disculpa enlatada inicial. Algo parecido ocurre cuando, ante una larga cola, alguien se la salta con la consabida y falsa disculpa de «solo voy a hacer una pregunta» para luego tirarse 10 largos minutos resolviendo su caso particular, adelantándose para ello a todos los que pacientemente llevan tiempo aguardando su turno. Y es que pedir disculpas no siempre es una demostración de buena educación. Incluso, en ocasiones, el pedirlas se convierte en un insulto a la inteligencia de aquellos a los que se pide. Un buen ejemplo de esto último es lo que durante los últimos largos meses está pasando con el funcionamiento de los trenes y con las estructuras ferroviarias de nuestro país, con la empresa pública empresarial RENFE y con el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, ADIF, ambas dependientes del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible. El nuevo eslogan que se despliega en grandes carteles por muchas de las estaciones de trenes españolas es «Disculpen las mejoras». Cuando la situación del transporte ferroviario es para echarse a llorar, cuando el compromiso con la puntualidad que se asegura resulta que es una mala broma y cuando, en más de una ocasión en lo que llevamos de año, cientos de pasajeros se han visto en medio de la nada sin ninguna explicación, hablar de mejoras y pedir disculpas por ellas no deja de ser un chiste de pésimo gusto. Y es que pedir disculpas implica sinceridad y asumir responsabilidades, algo que evidentemente no ocurre en las que nos piden RENFE, ADIF y el Ministerio.

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