OPINIÓN

La humana IA

El Papa Francisco ya dijo que este enorme poder tecnológico necesita de un desarrollo mucho mayor en responsabilidad, valores y conciencia

Felicidad Rodríguez

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Los expertos vaticanistas ya hacen sus quinielas sobre quién ocupará la silla de San Pedro. No he podido resistirme a preguntar a la Inteligencia Artificial sobre la probabilidad de los papables y el chatbot me ha dado su lista, Zuppi, Tagle, Erdö, Schönborn… aunque reconoce ... que no tiene certezas ni puede dar porcentajes probabilísticos. Exactamente igual que los expertos, y los no tan expertos, cuando discuten en las tertulias. Así que, como desde hace siglos, habrá que esperar a la fumata blanca que no necesita de red eléctrica. Y es que la IA no deja de nutrirse de las referencias hechas por seres humanos, de manera que sus aciertos o fallos dependerá, mientras no sepa sacar conclusiones propias, de lo que los humanos expresen en las fuentes de las que la IA se alimenta. Obviamente la IA tiene beneficios muy positivos en todos los sectores, en sanidad, educación, en los ámbitos económicos y financieros, en el mundo laboral, etc., al margen de que la luz se vaya y tengamos que limitarnos a la inteligencia natural. En medicina, por ejemplo, la ayuda de la IA, en diagnóstico o en tratamiento, es enorme, siempre que no nos olvidemos de «la silla de Marañón», sentarse en ella y mirar y escuchar al enfermo. El Papa Francisco ya dijo que este enorme poder tecnológico necesita de un desarrollo mucho mayor en responsabilidad, valores y conciencia. Seguro que ya habrá gente que, usando el poderío de estas tecnologías, esté optimizando algoritmos para vendernos cualquier cosa que se nos ocurra y que probablemente no necesitemos, o utilizando la IA para manipular opiniones o santificar fake news y que demos por cierto lo falso. A diferencia de los cardenales, que deberán olvidarse del móvil cuando se blinden en la Sixtina, nosotros que, si la tecnología no se cae, estamos siempre conectados, quizá deberíamos de vez en cuando ponernos en «modo avión» y empezar a ser un poco más críticos con la ingente cantidad de datos que nos llega o con las respuestas que nos da el chatGPT.

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