OPINIÓN

Ninguna riqueza es inocente

Las cosas están subiendo a tal nivel como el que en este cabreado planeta están alcanzando tantos desbordados temporales

Enrique García-Agulló

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Leyendo MUNDO NEGRO me impactó el título con el que, por su rotunda claridad, iniciaba el periodista Alfonso Armada su comentario al libro de José Antonio Piqueras «Negreros. Españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas»: ninguna riqueza es inocente.

De eso quería hablar hoy, pero a la vista de lo que hay, con harto pesar, he decidido aparcarlo para otra ocasión porque, con lo que está pasando estos días y hasta la presumible resolución exprés del TC sobre el disputado voto del diputado elegido desde el exterior, las cosas están subiendo a tal nivel como el que en este cabreado planeta están alcanzando tantos desbordados temporales que se están llevando por delante vidas y bienes.

MUNDO NEGRO es una revista que debería ser consultada asiduamente por nuestros altos funcionarios ya que publica estudiados análisis de lo que pasa en ese continente africano que está mucho más cerca de nosotros que el lujoso Waterloo donde se esconde el personaje. Comentando Armada la obra de Piqueras, un tema de obligado conocimiento porque no olvidemos el rol de nuestro puerto en aquel tráfico indignante y al que algunos profesores de la universidad gaditana han añadido también interesantísimos trabajos sobre esta lacerante realidad en una España que no abolió la esclavitud en sus territorios ultramarinos hasta pasados ya tres cuartos del siglo XIX, deja recogidos en su glosa algunos nombres y apellidos de aquellos negreros entre quienes incluye a señalados próceres políticos y hasta a títulos de nobleza, albergando en su relación un señalado número de vascos o catalanes. Lo que son las cosas.

De hecho no dejo del todo el tema sino que, reconociendo su grito sonoro y confiando en la generosidad que presumo de Armada y MUNDO NEGRO, tomo prestado el titular y lo traigo a esta página para referirme a lo que está aconteciendo estos días en esta lamentable segunda vuelta de nuestras elecciones, ésa que a su antojo y conveniencia hacen los políticos para aprovechar en su propio interés nuestros votos soberanos usando de los mismos para lo que a ellos les convenga, con la que está cayendo, apoyarme en tan clamoroso titular de ninguna riqueza es inocente y con todo el dolor de mi alma social, verter en estas líneas mi profundo pesar por ese comercio espurio de votos ajenos e intereses propios diciendo que la política también ha podido dejar de serlo ya.

Desanima el sucio juego en el que se ha involucrado una vez más este gobierno en funciones con la visita de la sonriente y obsequiosa vicepresidenta llegada hasta Puigdemont para buscar apoyo a Sánchez y, por qué no, para asegurarse su posición de vicepresidenta mandada y bien pagada.

Una vez más, como antaño hiciera viajando a la cárcel su otrora compañero y vicepresidente Pablo Iglesias para arreglar los presupuestos de Sánchez, la risueña señora Yolanda repite jugada cual niña de los recados, hoy con más descaro porque, saltándose la natural cortesía parlamentaria, prefirió despreciar reunirse con el candidato propuesto por el Rey para irse allí donde merodea el prófugo mercadeando los pocos votos de su independentismo para romper España. Y eso a plena luz de cámaras, haciéndole a su jefe el juego oscuro y preparando el camino de ese Frankestein-2 que nos puede caer encima, pasando de toda suerte de ética política y de respeto a los sanos principios de la cortesía parlamentaria, hoy ya bastante bastardeados al amparo de esa mayoría popular tan repetidamente invocada en su programado imaginario.

Por eso les decía lo del titular cambiado porque, lo que está pasando ahora en España, no es ya lo de aquello de que por de la venta de esclavos «ninguna riqueza es inocente», sino que hoy, aquí, con tantas mañas, determinada política ha dejado ya de ser inocente.

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