Opinión
Navidad es Navidad
La Navidad va de capa caída, pobres Magos
He deseado a mis amigos y deudos feliz Navidad pues ya vendrán otras fiestas para desearnos venturas. Navidad es Navidad y, aunque a algunos se les atragante y se empeñen en desearnos felices fiestas, yo he deseado de corazón felicidad en estos días en los ... que muchos conmemoramos el Nacimiento de Jesús y, otros, si acaso, un cambio de año en el calendario que, por cierto, habla «de antes y después de Cristo».
Ésta parece que ha venido fiestera, como si la gente barruntase que vienen tiempos incómodos. La noticia ha sido cuántas mesas de restaurantes se han llenado en Nochebuena, barómetro de la nueva felicidad; comprar y gastar, como si no hubiera un mañana.
Las cosas no deberían ser así porque, en estas fechas, debería primar más el afecto por la gente que lo pasa mal con tantas guerras, catástrofes, DANAs, emigración o pesares y soledades que por doquier dejan unas huellas terribles. Y, lo peor, políticos que están destrozando toda clase de confianza. Hasta hoy, que es el día de los Inocentes.
La Navidad se celebra para conmemorar la Natividad del Señor, sí, pero también puede verse en su tiempo la solidaridad de María con Isabel cuando salió de Nazaret hasta Ain Karen para ayudar a su prima, más de 150 kilómetros de ida y vuelta andando para, al cabo de pocos meses, volvérselos a tragar por el capricho del político de turno que quería hacer un censo.
La Navidad va de capa caída, pobres Magos. No sé cuánta gente recordará lo que son «las jornaditas», pero seguro que muchísimos niños se sabrán los nombres de esos renos que dicen transportan por los aires a San Nicolás, a quien alguien en Atlanta, EE. UU., en 1931 pintó de rojo, sonriente y gordinflón entrando por la chimenea con sus regalos para que todos bebieran felices su conocido refresco de cola.
Y lo que son las cosas. Aquel mismo San Nicolás, nacido en Turquía y luego obispo de Bari, para los niños de Flandes sale cada diciembre de España, precisamente de la misma tierra que vio nacer a aquel Duque con el que aún les asustan cuando se portan mal. Paradojas de la vida.