OPINIÓN
Un lamentable sabor agridulce
No perdono a Sánchez que me haga hecho mirar de otra manera a los socialistas que conozco y tengo afecto convirtiéndolos en cómplices de su ignominia
Recelo de Halloween, una fiesta ajena llegada a España más o menos cuando teníamos un presidente que le hizo el feo a los Estados Unidos permaneciendo sentado al paso de su bandera y que luego perdiera lo que perdió por tener un retrato con el matrimonio Obama, foto en la que perpetuó para el mundo a sus inocentes hijas. Paradojas de un país donde a la izquierda le pone eso de quemar banderas estadounidenses y luego se pirra por ser recibida en la Casa Blanca.
Cuando llega noviembre con su Día de Todos los Santos me gusta «Tosantos» con sus postres de dulces y frutas, huesos de santos o buñuelos rellenos, granadas, boniatos, toda suerte de fruta de la época sin olvidar nueces, castañas, avellanas o almendras. Y aquí en Cádiz más, donde las fiestas de los mercados siempre fueron crítica de lo social y lo político con sus «perfomances» disfrazando de personajes de la cotidianidad a pollos, cerdos, pescados o verduras.
Lo cristiano no está de moda y a determinadas progresías del capital y de la izquierda, (que van juntas muchas más veces de las que nos imaginamos), no les viene mal para sus intereses inyectarnos algo ajeno para desbaratar lo nuestro volcando sobre nuestros nietos y sus padres y titos toda un arca de disfraces, caretas, maquillajes y complementos importados de la R. P. de China. Es muy curiosa esta izquierda nuestra tan complaciente con el Grupo de Puebla haciendo lo imposible por llevar a sus hijos a Norteamérica, adorando ir de compras a Nueva York o a pasear por la Gran Manzana. Aunque sea a costa del Erario.
Yo tengo muy buenos amigos norteamericanos con los que sigo manteniendo una relación casi familiar desde hace más de medio siglo y me gustan muchas de las cosas que ellos celebran, aunque, particularmente les diré que lo que más me gusta de USA es que para hacer cine y producir películas lo hagan con capital privado y no como aquí que, los de la cosa, se lo llevan calentito de lo público vía subvenciones. Ellos tienen sus fiestas y tradiciones asentadas, el 4 de julio, Halloween, Acción de Gracias o Santa Claus. A nosotros, exceptuando a los aragoneses, poco nos dice ya el 12 de octubre sin Hispanidad y como que vamos aceptando aburridos y pasivos la ocultación progresiva y progresista de Tosantos o Belenes para mayor alegría de izquierdas y capitalistas de nuevos mercados.
En fin, lo agrio, porque lo que se ha hecho definitivo ahora por Sánchez y los suyos y, más aún, haciéndolo coincidir con el juramento de la Constitución por la Princesa de Asturias en un servicio más de la Corona por nuestra convivencia, tiene nombre y no quiero ensuciar estas líneas con ello. Está visto que, para quienes quieren mantenerse a toda costa en el poder, España ha de ser dual y no como cualquier otra nación civilizada. Imponer esa enemiga que vamos a padecer de nuevo por culpa de quienes quieren gobernar lo nuestro con sus tejemanejes.
Sentí náuseas oyendo el discurso del presidente tras ponérsele el Collar a la Princesa porque, con todo el papo, largó lo de la igualdad de los españoles estando aún caliente el cuerpo yacente de una igualdad abatida por esa desigualdad a la que se nos lleva, cuando acababa de abrir otra nueva brecha más al anunciar en pocas horas distantes que iba a presentar su bochornosa ley de amnistía y su pacto con los independentistas que hacen desiguales a los españoles. Más agrio cuando se hace no por convencimiento político sino por conveniencia. O por ocultar cosas, por no dejar que se vean.
No perdono a Sánchez que me haga hecho mirar de otra manera a los socialistas que conozco y tengo afecto convirtiéndolos en cómplices de su ignominia. Ni a esos independentistas por su descarado abuso en arramblar con todo. Ya veremos cómo resarcirnos de tamaña tropelía.
