OPINIÓN
Ignominia
¿Qué clase de presidente vamos a tener, capaz de lo que sea por lograr su conveniencia?
La verdad que no me veía escribiendo hoy así y menos bajo este título, pero es que la situación nos está sobrepasando más allá de lo que la praxis de la política en democracia pudiera llegar a ser. Para taparse las narices ante tan nauseabundo olor como el que se desprende de tantos trueques y cambalaches.
La paradójica situación a la que nos han traído la actual ley electoral y la voluntad de los votantes nos han encerrado en un complicado laberinto con muchas dificultades para encontrar salida, un dilema real, y no lo digo sólo por la certeza de su estrambótica situación, sino porque es un dilema que puede afectar hasta a la Corona.
Pactar es lícito, aunque sería mejor que los pactos se fueran preparando con conocimiento previo y no darnos de bruces con este zoco sin control en el que se ha convertido esta «segunda vuelta» donde, sin pudor alguno, los partidos modifican nuestra voluntad por encima de los votos que nos pidieron los silentes diputados con un programa y que, ahora, ganado ya su pan y su escaño obtenido, se esconden en Madrid. Y quienes no llegaron o dejaron plaza, recompensados además con la bicoca de sus puertas giratorias.
Cuando emitimos nuestros votos en «la primera vuelta» nos transformaron en una suerte de escoria aprovechable. Primero votamos nosotros y, luego, cuando los electos se colocaron, a repartirse ellos el pastel a su interés desvirtuando los resultados, aunque, la verdad, jamás de los jamases, nunca de un modo tan descarado como tras este 23 J donde se está tirando por la borda nuestra democracia y tachándola de algo indigno que hay que repudiar con una falsa amnistía.
¿Quién ha votado por el cambio exprés del uso de las lenguas territoriales en el Congreso? ¿Usted que me está leyendo, sus amigos, sus conocidos? ¿Quién ha votado porque se autorice la cesión de nuestros votos a los partidos que quieren romper España? ¿Usted que me está leyendo, sus amigos, sus conocidos? ¿Venía eso en el programa de su diputado elegido a la hora de pedirle el voto o es que usted traga por todo y admite cualquier cosa?
Mientras que estén vigentes esta contradictoria ley electoral y nuestro sistema de partidos, los votos de los independentistas valen uno a uno tanto como el de cualquiera de los que no lo somos, claro, pero es que esos votos que tienen agarrado a Sánchez por ahí para dejarle hacerse otra Moncloa, no llegan ni al 7% de los emitidos y, de ellos, los que más, ERC con un 1,9 y Junts con un 1,6. ¿Y de verdad se atreverá a dejar que sean estos pocos los que marquen nuestro futuro dejando en barbecho el 33,1 del PP, el 31,7 de su PSOE, el 12,4 de Vox y hasta el 12,23 de la risueña comunista en funciones con sus Podemos enfadados?
¿Será verdad que esté conforme con que el 3,5% de los votos emitidos por esos catalanes independentistas, que ni siquiera han sido mayoritarios en su región, sea el que ponga las condiciones en España? Claro que lo del 3% les va a esos catalanes, como cobrar por adelantado. Y hasta presentar cuentas grandísimas por si cuelan.
¿Qué clase de presidente vamos a tener, capaz de lo que sea por lograr su conveniencia? ¿Qué no haría ante un conflicto importante? Si modifica tanto sus opiniones con lo nacional qué no se atrevería modificar en lo internacional. Esto no tiene nombre limpio en democracia porque puede ir más allá de un oportuno pacto postelectoral a una afrenta pública que no nos merecemos los que hemos contribuido a crear una democracia justa y abierta para todos.
Olé por esas manifestaciones del 24 y del 8. Suerte y paz. Y olé por la iniciativa de esas propuestas a plenos municipales, provinciales y autonómicos en los que se les va a preguntar a los cargos electos socialistas ante sus vecinos si también ellos tragan ese contubernio.
