OPINIÓN

Fuegos y rabias

Ser profesional en la política no es dedicarte en ella únicamente al ramo coincidente con tu formación, no, sino haberte entrenado en una profesión, haber adquirido un método de trabajo y un respeto a todas las demás ramas del conocimiento

España es un país de entendidos, de gente que sabe de todo, que se declara convencida de estar en posesión de la verdad. Somos arquitectos cuando nos asomamos al vallado de una obra; jardineros cuando vemos plantar o los mejores árbitros y entrenadores en el ... fútbol. Y, en política, ay, lo mejor de lo mejor, todos en un «si yo estuviera ahí…»

Tenemos una casta política que, como buenos españoles, sabe de todo y que, estando donde están, se siente cual Premios Nobel. Y, claro, si lo que les decía arriba basta para una charla en la calle, en un café del trabajo o en la tertulia del bar, hasta ahí se llega y naturalmente de ahí no pasa, pero lo malo es cuando la política chapotea en los mismos charcos.

En la política se debe entrar sabido. Y experimentado. Aunque saberes y experiencias no sean después finalmente los que vayan a marcar tu desarrollo cuando vas con afán de servicio. Recuerdo por los años de la Transición un café con Fontán en Sevilla. Hablábamos de política, claro, de qué íbamos a hablar si no en aquellos años en los que toda España sabía que la cosa iba a cambiar. Y Don Antonio me dijo: «Enrique, no se debe ser un profesional de la política, sino ser un profesional en la política», pensamiento que siempre me ha guiado en mis experiencias posteriores.

Ser profesional en la política no es dedicarte en ella únicamente al ramo coincidente con tu formación, no, sino haberte entrenado en una profesión, haber adquirido un método de trabajo y un respeto a todas las demás ramas del conocimiento. Pero, sobre todo, un respeto a las personas que viven en el medio porque la raíz del conocimiento emerge naturalmente de la sociedad.

Me hago con ustedes esta reflexión porque, después de tantos días y tantas noches de incendios desatados, además de todos los bomberos y agentes forestales propios que hay, España también tiene aficionados que de todo saben y hacen severos dictámenes sobre lo sucedido, sus causas y soluciones, pues ya se ve que el pueblo salva al pueblo haciendo olvidar los esfuerzos de tantos servidores públicos.

El campo se ha ido vaciando y ni legisladores ni gobernantes viven en el monte o el bosque, sino que son gente de partido que dicen amén a cualquiera de sus iluminados líderes. Profesionales de la sumisión, cuando su misión principal tendría que ser conocer y respetar a quienes en ellos viven y trabajan, hoy prendidos de llamas, tristeza y rabia. Profesionales de la política que no llegan a saber cómo siente la gente porque no ha sido gente, sino, eso, meros profesionales devoradores de puestos en la política.

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