Debatir, rebatir y combatir

Si vieron ustedes el debate de la moción de censura de este pasado martes, ¿les pareció que algunos de sus oradores estuviesen buscando entenderse o más bien que unos y otros decían lo que querían decir sin escucharse entre ellos, incluso, leyendo papeles que ya traían escritos desde sus cuarteles?

Esta rica lengua que es hoy la segunda más hablada en el mundo mal que les pese a algunos que quieren desterrarla del rincón de sus comarcas, me ha permitido sugerir este titular con tres palabras para intentar comprender el resultado de todos estos pesados días que por delante, por en medio y por detrás, han convertido lo del debate en un lamentable espectáculo en el que la ultraderecha, que es como el PSOE llama a la que está a la derecha de la derecha, ha intentado levantarle el puesto a Sánchez y en el que Sánchez se ha defendido con la complicidad de la ultraizquierda que, según su situación, debe ser toda la izquierda que está a la izquierda de su izquierda.

Pero eso, por muy cotidiano que sea, la cosa no nos ha traído relevancia alguna en un Congreso donde las partes están tan bien definidas que, ya ven, si la derecha o el centro derecha quiere convocar una comisión informativa no lo consigue porque del fondo del sombrero de copa la izquierda, que aspiraba a centro izquierda, se busca otra para callar lo que a los españoles nos interese conocer que, para esas cosas, se las pintan solas. Lo que prima es el espectáculo, poco más.

Parece que lo que les pone a nuestros 'patres conscripti' de la Carrera de San Jerónimo, aun teniendo su actual palestra en un edificio, fíjense, precisamente alzado en un solar que antaño fuera convento, a la vista de lo acaecido en la moción de censura, está claro que es la 'performance', el espectáculo, pues del posible sosiego de aquel cenobio derruido nada ha quedado en el hemiciclo, ni el más mínimo efluvio.

Debatir anunciando una discusión entre temas diferentes, como quería decirles al principio, invita también al diálogo como herramienta, a «la plática que, alternativamente, pueda facilitar la búsqueda de la avenencia», cosa imposible cuando a este tipo de debate se le cuelga lo de la moción de censura pues ambos términos vienen gravados ya de clara hostilidad, moción por querer remover del sitio al otro y censura por llegar a la misma tan prejuzgada que hasta escrita venía para responder y hasta para replicar. Un prejuicio manifiesto en el que ambos litigantes sólo han coincidido en un punto común, vituperar al ausente que poco o nada tenía que ver en esta puesta de escena.

Estando las cosas así, al final a lo que hemos llegado a ver es otro combate más, verbal por fortuna, pero con unas consecuencias aún más hostiles que las que se pudieran desprender de las peores armas, un combate que podría aumentar todavía más las diferencias abiertas entre las dos, las tres o las cuatro Españas si no supiéramos ya de que van estas representaciones del teatro de la política, otra bronca más que mantiene otra brecha más cada vez más peligrosa, la que distancia al votante del político.

¿Quién ganó? La aritmética de los votos ya lo tenía decidido y no hubo sorpresa alguna, la izquierda del PSOE apoyada por su ultraizquierda como izquierda más allá de la izquierda de los socialistas. ¿Quién perdió? Naturalmente el proponente que está a la derecha de la derecha, que fue a por lana y volvió trasquilado.

¿Y a nosotros, qué nos dejado de utilidad esta suerte de teatro?