OPINIÓN
Debate en directo
Entrando de lleno en lo que fue, y dejando fuera a quien por faltón no se merece más, he visto y escuchado a cada uno de los intervinientes en esta historia
Este debate ha traído un hábil orador político, ocurrente, elegante, que hace gala tanto de su formalidad como de su seriedad. También de humor y agudeza en sus réplicas. Sin faltar. Orador con clase, seguro de su proyecto, tendiendo la mano a sus adversarios, aunque no a todos.
Me ha gustado ver a Núñez Feijoo, sí, con sus pausas y silencios. A la cara. Con aplomo y serenidad en estos tiempos de descalificación permanente que se da en tamaña jaula de grillos ante una izquierda caleidoscópica y despojada de argumentos. Que ha sabido exponer cómo dirigir un gobierno para todos ayudándose en una serie de pactos ofrecidos a los demás.
El no salir Sánchez a la tribuna y encontrarnos con la actitud macarra del portavoz socialista circunstancial me recordó los antiguos revelados, primero el fantasmagórico cliché y luego la foto: Sánchez en estado puro.
De los demás intervinientes, quitando a los que dieron sus votos a ANF, nada más que opinar porque nada nuevo aportaron si no fueran sus odios, descalificaciones sin sentido e insultos de los que venimos ya muchos curados. Cuando la cosa me coge así pongo el canal de televisión Cuba Internacional y como que me protejo en esto del lenguaje de la izquierda consolidada. Cuba Televisión, créanme, es una suerte de vacuna que te permite ver desde casa, desde una España aún democrática, dónde y cómo discurre el discurso de la izquierda ya que sus informativos y debates son un manual de estilo de una dictadura. De izquierda, claro.
Entrando de lleno en lo que fue, y dejando fuera a quien por faltón no se merece más, he visto y escuchado a cada uno de los intervinientes en esta historia. A unos en esa traducción simultánea que será ahora la única fuente de veracidad en el Diario de Sesiones y a otros con su cansino y añoso mensaje tantas veces repetido.
Me llamó la atención lo del maratón del PNV. No vi yo calzones ni camisetas sudados, no, lo que me vino al magín fue la verdadera historia de Maratón, aquella larga carrera que se le ordenó hacer al bueno de Filípides, a quien se mandó corriendo hasta Atenas para avisar que las tropas griegas habían parado a las persas. Vi aquel animoso soldado que, sin parada ni descanso, se comió esos 40 kilómetros para llevar la noticia. Y el bueno de Filípides corrió, llegó y dio la noticia, sí, pero al instante de darla, cayó fulminado ante sus paisanos. Lo digo porque, antes de presumir de carrera larga y con tiempo, quizás debería el PNV mirar mejor cómo Bildu le está talando ya su viejo tronco por el pie y recuerde que Filípides, tras su larga carrera, sencillamente murió. Sin recibir premio alguno.
Entre tantos parloteos seguro que los duendes me jugaron alguna mala pasada porque, abierta la veda de las lenguas vernáculas, que son cooficiales con el castellano en sus territorios, aunque no fuera de los mismos, pude por fin escuchar el catalán del Sr. Rufián frente al de la señora Nogueras. Sobre la lona, dos, ERC y Junts.
Rufián, hijo de andaluces, trabajó algunos años, creo, en una empresa de trabajos temporales. Noguera no. Catalana que querría proceder allende La Marca Hispánica, parece que es copropietaria de una empresa del sector textil, de hilaturas. Al primero se le entendía todo, sin subtítulos; a Noguera se le oía en ese escrupuloso catalán versión pata negra que también quiere ser distinto. Uno lo pronunciaba como usted o como yo, así que si decía «posible» sonaba como nuestro posible, pero en el de la otra, más burgués y mercantil, como «posibla» que, ya ven, izquierdas y derechas catalanas tampoco son iguales de acento. Y me acordé de Illa, quizás más cercano a Rufián que a Noguera, porque habiendo ganado allí también sus elecciones, por los pactos de su jefe, le iría mejor ya buscar otra silla.
