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Encomendémonos a la Virgen de la Palma
Un simulacro de catástrofe debe ser el culmen de una campaña de información y concienciación intensiva acerca de las medidas de autoprotección necesarias
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Iniciar sesiónAntes de juntar letras consulté a un experto, quien me confirmó lo que ya olía: que el simulacro de maremoto fue una pantomima que solo servirá para rellenar cuartetas de popurrí. En el Fuerte de Cortadura, donde estudia mi hijo, no recibieron una sola instrucción. La ola los hubiera barrido.
Un simulacro de catástrofe debe ser el culmen de una campaña de información y concienciación intensiva acerca de las medidas de autoprotección necesarias. Qué hacer, dónde ir y cómo actuar en los momentos inmediatos a la alarma y posteriores, hasta que alguien uniformado venga al rescate. Y al detalle.
¿Se informó a personas dependientes -y a sus cuidadores- qué tendrían que hacer? La cosa se limitó a un paseíllo burocrático sacando a funcionarios y a cuatro colegios afortunados del centro, como si evacuar a la calle fuese solución en caso de estampida. A los críos los llevaron hasta San Antonio, por rutas que, en una emergencia real, serían un embudo mortal. La azotea del Colegio de Santa Teresa, a seis metros sobre el mar y con cuatro plantas, habría sido refugio más sensato que tanto paseo absurdo.
La señal de alarma, otra broma: nadie explicó cómo activarla y muchos ni la oyeron. El mensaje parecía escrito entre hipos: «Simulacro simulacro… aléjese… puntos de encuentro…», coronado con una web sin enlace, en la que se hipotéticamente se indicaban los lugares de evacuación, como si en medio de la marimorena uno tuviera tiempo y cobertura para ponerse a teclear direcciones.
Dirán que se emplearon a fondo. Ya, como en campaña electoral: empapelando buzones y ensuciando calles con propaganda cutre. Para eso sí sobran medios, dinero y fervor, para que usted termine hastiado del careto del julay que aspira a mangonear.
Para nuestra memoria, quedará esa luz entre tinieblas de aquella chiquilla portando el estandarte de la Virgen, la foto del «mandamás» haciendo como que sabe leer papeles... y la sospecha de que, si llega la ola, pillará a más de uno en el Ventorrillo.
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