OPINIÓN
El cine se hace viejo
Se hacen más películas que nunca lo que ocurre es que han aumentado los soportes y las salas siguen decayendo, van desapareciendo ante el auge de las nuevas tecnologías
Son ya ciento treinta años desde que el cine comenzara a andar de la mano de los hermanos Lumière y sus obreros saliendo de la fábrica. Aquellas primeras imágenes, proyectadas en París, han crecido de tal forma que hoy, no hay nadie en el mundo ... que no haya visto las imágenes en movimiento.
Quién iba a decir a Auguste y Louis Lumière que el cine iba a convertirse en un elemento esencial para el entretenimiento y la formación de la sociedad. Quedan muy lejos aquellas proyecciones en teatro y salas incómodas e imágenes que asombraban a los espectadores de finales del siglo XIX y posteriormente, con la inclusión del tono narrativo de Griffith; la utilización de la innovadora técnica de montaje de Eisenstein o las ensoñaciones de Méliès, en su cine fantástico.
El cine todavía no hablaba, hubo que esperar hasta 1927, pero, mientras, crecía y crecía provocando las lágrimas, las risas, los miedos o las pasiones de los espectadores. Había ya nacimiento de naciones; acorazados Potemkin, intolerancias, amaneceres, nosferatus o metrópolis. Afloraban todos los sentimientos y las risas, muchas risas de la mano de Chaplin o Buster Keaton, ¿Quién no tiene en la retina, «La quimera del oro» o «El maquinista de La General»? Hoy, como ayer, aquellas películas suscitan la risa, aunque las veamos en la pantalla de un televisor, un iPad o un teléfono móvil. Se hacen más películas que nunca lo que ocurre es que han aumentado los soportes y las salas siguen decayendo, van desapareciendo ante el auge de las nuevas tecnologías. Los exhibidores intentan reinventarse. Hay salas con confortables butacas que invitan a la siesta si la película no merece nuestra atención, a pesar de que pueden acompañar nuestra presencia en la sala con brisas u olores como si los personajes que vemos en la pantalla se sentasen junto a nosotros y estuviesen listos para saltar al escenario como aquellas rosas purpuras de El Cairo, de Woody Allen. Todo se andará con la Inteligencia Artificial.
Sin el cine nada sería igual. De niños, mi generación, acudía a las salas de sesión continua donde veías dos películas y, a veces repetías. No faltaban los westerns en que te posicionabas del lado de los soldados o los vaqueros frente a los indios que, años después sabrías que defendían sus tierras; apoyabas a Tarzán frente a los nativos, y después entenderías que representaba al supremacismo blanco; o disfrutarías con Walt Disney sin entender que había crueldad y muchos «ismos» en sus películas. De niño veías todo sin maldad y los análisis de ese cine no se concretarían hasta iniciado este siglo XXI.
Si buscamos «peros» a películas o autores seguro que la lista sería interminable.» Lo que el viento se llevó» fue censurada en una plataforma por su racismo. Seguramente es así, ¿pero no es mejor, en lugar de prohibirla explicar su contexto y analizarla?
Ciento treinta años dan para mucho . Más de un siglo de un arte que sigue ocupando nuestras vidas. En cualquier caso hoy, hace ya mucho que, gracias al cine, soñamos en Technicolor o habría que decir, en 8 k.
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