OPINIÓN
Steve Jobs y Chiclana
Recientemente, en un acto celebrado en el Museo del Vino y la Sal de Chiclana de la Frontera, se presentó una nueva tipografía bautizada como «Chiclana», creada expresamente para la ciudad
Seguramente los admiradores acérrimos de Steve Jobs habrán visto el discurso que pronunció ante un grupo de estudiantes que celebraban su graduación en la Universidad de Stanford. Se trata de un mensaje inspirador, pronunciado por un Jobs en uno de sus mejores momentos: lúcido, íntimo ... y profundamente humano.
La mente creativa detrás de Apple —una de las empresas más influyentes y valoradas de los últimos cincuenta años— compartía tres historias de su vida, a modo de enseñanza. Cada una de ellas, hilada con la otra como si formaran parte de una misma sinfonía, terminaba conectando con una dimensión casi mística, muy en su estilo.
De esas tres historias, la que siempre me ha conmovido más —desde que este discurso está disponible en YouTube, con millones de visitas— es la que narra cómo abandonó la universidad, pero decidió, por puro interés personal, asistir a un curso de caligrafía. Una formación no reglada, marginal incluso, dentro de esa misma universidad que acababa de dejar. Aquel curso, aparentemente inútil, le reveló la belleza y la armonía que puede encerrar algo tan simple y cotidiano como una tipografía. Comprendió, desde entonces, que el diseño también es emoción, que la forma de las letras puede transmitir tanto como el contenido.
Lo paradójico es que, años más tarde, todo lo que aprendió sobre caligrafía y diseño tipográfico acabaría teniendo un papel decisivo cuando, desde su multimillonaria compañía, Apple, lanzó al mercado el Macintosh: el primer ordenador personal con un procesador de texto que permitía elegir entre diferentes tipos de letra, facilitando presentaciones visuales tan bellas como funcionales. Fue una pequeña revolución, nacida de una aparente pérdida de tiempo.
Recientemente, en un acto celebrado en el Museo del Vino y la Sal de Chiclana de la Frontera, se presentó —gracias al esfuerzo conjunto del Ateneo y el Ayuntamiento— una nueva tipografía bautizada como «Chiclana», creada expresamente para la ciudad. Es un gesto cargado de dignidad, de amor por lo propio y, quizá, también de esa trascendencia que perseguía Steve Jobs: la belleza escondida en los detalles más sencillos.
El ideólogo del proyecto, Fernando Muñoz —ingeniero informático, natural de Chiclana y residente en Marbella—, se ha inspirado en elementos arquitectónicos del municipio, especialmente en los detalles cerámicos del poblado de Sancti Petri. El resultado es una tipografía con alma, profundamente arraigada en la identidad local.
Me fue imposible no conectar ambas historias. Porque, en el fondo, me hacen pensar que todos, en mayor o menor medida, buscamos lo mismo: encontrar la belleza en las cosas simples. Y cuando lo logramos, por un instante, sentimos que todo encaja.